miércoles, 14 de agosto de 2013

EL PODER ENFERMO.

Cuando fui nombrado director de un centro – una pequeñez que no daba gloria a nadie- comprobé que el resorte de la vanidad había sido percutido, y sentí su mordedura. 

¡Director de un centro!. Estaba en la pomada, debía de ir a la delegación a dar cuenta de mis decisiones, hacía la charla de mis confidencias con un director mayor, me movía por pasillos donde se cocían decisiones que afectaban a mi gente. No debía dar cuenta de mis movimientos, era una persona en sintonía con lo que se entendía “el criterio”... 

Esa vanidad la disfrazaba de tío normal, simpático, buen rollo...¡pero bien que sentía su tontería! 

Ésta es la razón de la euforia que invade al que ama el poder, en el mismo acto de ejercerlo, por muy pequeño que sea su ámbito. 

Según cuenta su secretario Perrault, Colbert, el ministro de Luis XIV, se frotaba las manos de alegría al acercarse por la mañana a su mesa de trabajo. 

Algo parecido se trasluce en la correspondencia de Napoleón, y en los comentarios que hace su secretario el barón Fain. Pensaba que toda la maquinaria del poder en Francia recibía la energía inicial de la mesa de su despacho. 

Sentir esa gigantesca circulación de energía era para él como sentir su propia circulación magnificada. 

De Kennedy cuentan la excitación casi infantil con que los hermanos ocuparon el despacho oval tras las elecciones. Tenían un gran juguete en sus manos, y todavía sufrían la impresión de que alguien podía entrar para decirles que el recreo se había terminado.

Normalmente, en estas biografías del poder tienen efectos polimorfos: «Conduce a la riqueza, al mando, a la gloria, al heroísmo, a la santidad, al crimen y a la perversión sexual.», escribió Gregorio Marañón. 

Sin embargo, buscando legitimidad, el líder se convence fácilmente, y encima se lo cree, de que lo único que quiere es servir a la colectividad. Resulta patético ver a nuestros políticoa hablar de su afán de servicio. 

Piensan que sólo les mueve el bien de los demás. ¡Ja, ja, y ja!


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ÚLTIMO CAPÍTULO DE PANETE


NOTA: HASTA  HACE UN TIEMPO TENÍA EL BARULLO UN LECTOR DIARIO EN ISRAEL.  EN SU DÍA ME ESCRIBIÓ DÁNDOME RAZÓN DE ÉL.

AGRADECERÍA SE PUSIERA EN CONTACTO CONMIGO

5 comentarios:

  1. Si, que razón tenía G. marañon. Yo conozco a uno al que pillaron masturbandose en su despacho... Y otro, no para de decir que las decisiones que toma son para el bien de la gente. La realidad es que, y llevo unos cuantos años a su servicio, toma las decisiones para perpetuarse en su poltrona. No somos nadie...

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  2. Tal vez por eso dicen "si quieres saber como es fulanito dale un carguito" o su versión más cómica "... dale un pito". Es inevitable, aún siendo consciente de ello. Como también lo es una cierta depresión, que puede durar años, a la pérdida del poder-carguito-pito. Y también aunque se sea consciente de que nada es para siempre y la depresión que vendrá. Por eso en la carrera a la cumbre el personal se preocupa cuando deja de subir. Ya solo puede suceder una cosa...

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  3. Aunque no tiene que ver con la entrada, quizás de modo tangencial, recuerdo uno que era eminente catedrático de una universidad, gran jugador de la Champion League en el Betis Balonpié, que me comentó que dejaba el equipo porque él había madurado hacia posiciones filosóficas krausistas.

    Era por razones de cabeza, filosóficas.

    Yo no tenía ni idea de que era eso del krausismo, así que me pareció algo muy principal.

    Murió en un accidente al poco de tomar la decisión de cambiar de liga, así que nos tocó ir a su despacho en la universidad a recoger sus cosas.

    Nuestra sorpresa fue mayúscula al encontrar entre sus cosas, en un cajón, una buena remesa de revistas porno.

    Allí supe qué significaba eso de ser "krausista".

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  4. jajaja... muy bueno. Como la vida misma.

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  5. Barullo, gracias por volver. Muac!

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