Fui al banco a primera hora de la mañana a Santiago.
Por las acera vagaba un ser con una mascarilla. En la entrada de la farmacia, en la calle, esperaba otro humano, también con mascarilla.
Santiago parecía una capital fantasma. Esta ciudad diríase un atrezzo, el escenario de una película apocalíptica en la que parece van a salir en cualquier momento zombies con cara de gilipollas, los brazos descoyuntados, ojos batracios , andares alelados. La gente se agazapa en sus casas, mira de reojo por la ventana.
Es una atmósfera de cautela y de silencio a la que contribuyen las bajísimas pulsaciones del corazón de esta ciudad. Santiago a estas horas de la mañana está irreconocible en su su languidez.
Una señora pasea su perrita . El animal no desconoce las nuevas reglas de convivencia.
Es una atmósfera de cautela y de silencio a la que contribuyen las bajísimas pulsaciones del corazón de esta ciudad. Santiago a estas horas de la mañana está irreconocible en su su languidez.
Una señora pasea su perrita . El animal no desconoce las nuevas reglas de convivencia.
"Cerrado por enfermedad", anunciaban los negocios cuando era pequeño. Y a veces " por defunción" ¡ Qué extraño es todo!.
Hasta hace muy poco disfrutaba paseando de madrugada por calles pequeñas y avenidas grandes y ver la desolación de esas horas. Pero hoy va en serio.
Me pregunta el bancario si tengo miedo.
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