lunes, 23 de marzo de 2020

UNA MAÑANA EN ZOMBILANDIA.

Fui al banco a primera hora de la mañana a Santiago. 

Por las acera  vagaba  un ser con una  mascarilla. En la entrada de la farmacia, en  la calle,  esperaba otro humano, también  con mascarilla. 

Santiago parecía una capital fantasma. Esta ciudad diríase un atrezzo, el escenario de una película apocalíptica  en la que parece van a salir en cualquier momento zombies con cara de gilipollas, los brazos descoyuntados, ojos batracios , andares alelados. La gente se agazapa en sus casas, mira de reojo por la ventana.

Es una atmósfera de cautela y de silencio a la que contribuyen las bajísimas pulsaciones del  corazón de esta ciudad.  Santiago a estas horas de la mañana está irreconocible en su su languidez. 

Una señora pasea su  perrita . El animal no desconoce las nuevas reglas de convivencia.

"Cerrado por enfermedad",   anunciaban  los negocios cuando era pequeño. Y a veces " por defunción" ¡ Qué extraño es todo!. 

Hasta hace muy poco  disfrutaba  paseando de madrugada por calles pequeñas y  avenidas grandes  y ver la desolación de esas horas. Pero hoy va en serio.

Me pregunta  el bancario  si tengo miedo.

- No. Pero no me fío de un hombre que ha llegado donde está con muchísimas mentiras a su espalda. 





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