lunes, 23 de marzo de 2020

JOAN VALLS...EN OTRO NIVEL.

Esta noche se nos fue Joan Valls al cielo, y de punta cabeza.

Coincidí con Joan en el club  Herzegovino.   Allí íbamos todos los días a Viaró.  Una buena temporada juntos. 

Un corazón de quilates. Hoy me encuentro  como el  pobre de la leyenda  que al final del día descubre en su alforja  que el rey le ha devuelto en   monedas de oro la miseria que uno le ofreció.

Joan era un niño, y todo su camino de vuelta ha sido eso: ir a la fuente de su niñez. Lo sé muy bien.  Era muy divertido, aunque se intuía en su interior un  alma sensible y doliente. 

¡ Cómo le gustaba contar cuentos!. Recuerdo "El oso de Gurlita",  ¡grande!. Y disfrutaba cantando, con esa voz maravillosa, cálida, afectuosa.También tocaba el clarinete. Bordaba "pequeña flor", que ahora escucho y lloro mientras escribo estas líneas.

Decía que sabía ruso, y arapajoe. Le bromeábamos con el tema, pero daba el pego. 

A Joan le importaban las personas. En especial las que teníamos taras, las que nos faltaba un hervor, las que pasaban necesidad. Tenía una debilidad por los pobres. Y a ellos quiso dedicarse profesionalmente.  En un cruce de caminos , nada fácil para él, decidió comenzar una aventura profesional donde pudiera encauzar esas ansias de educar lejos de tópicos educativos , llenos de contradicciones que a él le hacían sufrir. Se zambulló  por completo en  otro modo de educar.

El suyo.

Nuestras vidas se separaron. Mucho. 

Un día me escribió. Me dijo que me seguía todos los días. Me leía. Estaba muy cerca. Había recorrido en silencio toda mi biografía. Mi marcha del Opus Dei, mi vida con Manuela, su muerte, la aventura de Guatemala...

Y en Barcelona fui a verle. Estaba muy enfermito. Pero su mirada era la misma, más dulce y tierna que nunca. Sus ojeras también. ¡ Ese hombre sufrió de verdad!. Hablamos. Me sorprendió el parecido interior con otras personas que he conocido , ese " Suso, desprecia el dinero, entrégate a los pobres, al dolor. Allí está Jesús".

Supo que había acompañado a Joaquín Romero en su enfermedad, y me dijo que ese es el camino.

Hace unos días me envió un watsap. Le comenté mi situación. Estaba feliz, por fin centrado, enamorado de María José " un corazón de quilates" le dije.

Me contestó en voz. ¡ Cuánto he llorado ese watsap!, ¡ cuánto lo he rezado!"

Como a buen entendedor con pocas palabras basta, os transcribo sus palabras. Entenderéis todo.

" Hola, hola, Suso y María José, ¡ qué maravilla... mujer de quilates! Pues sí...vale, no hay medida, y Dios siempre a tu lado, porque el amor de Dios nos hace cada vez más parecidos...pero estamos en ello...yo estoy...vamos a ver, muy disminuido..la voz ya se nota, y el resto hace lo que puede, pero tengo muchos regalitos. O sea, que aprovecho a tope. Y después, Dios dirá. Porque he hecho unos cambios interiores que no los puedo contar por allí, aunque ya se me nota, porque voy a  otro nivel...ja,ja,ja...más sencillo...TODO ES MUCHO MÁS SENCILLO ( en mayúsculas porque él lo subrayó con la voz, como deletreando las frases)...espero que seáis muy felices, y hasta siempre. Unidos.  Hasta pronto".

De alguien que tenía la capacidad de hacerte sentir su amigo, sobre todo cuando uno no siempre ha estado a la altura, no se escribe una despedida, se escribe una celebración. Así que le doy gracias a Dios por haberme cruzado con este hombre en mi vida. Joan daba un enorme calor a quien se acercaba a él. Era inteligentísimo. No tenía ideología. Le importaba nada izquierda, derecha, nacionalismos.  

Le tomábamos el pelo por su querencia a decir que sí a quien le consultaba, fuese quien fuese. Pero es que a Joan le importaban la persona, no era hombre político. Todo, y solo, corazón.

Cuando hablé con él la última vez  me dio la sensación de que estaba a su lado, saber que juegas  en el mismo equipo te da un subidón. Es como si estás de crío en el patio jugando a fútbol  y aparece Messi y se pone el peto de tu equipo, y entonces es que puedes con todo.

Pues eso.

Y  esa es la sensación más agradable del mundo. 

Gracias, Joan, como te dije aquella mañana, soy el décimo leproso regresando a dar gracias. Guarda sitio.

Si rezas, habla con él.

Posdata. 

Había una frase que repetíacho esos años, con cara pilla; ¿ tú , qué eres, locomotora o vagoneta?.



No hay comentarios:

Publicar un comentario