miércoles, 18 de marzo de 2020

OLOR A OVEJA

Sorprende la respuesta de la  Iglesia a la pandemia.

San Carlos Borromeo, conviene leerse Los novios de Manzoni, , permaneció en Milán cuando se declaró una peste y se mezcló con el pueblo. A la vez que pagaba médicos, hospitales y medicinas, ofició misas, celebró procesiones y rogativas y dio la comunión a los enfermos, hasta que la peste pasó.

Pío XII salió de los muros del Vaticano para visitar el barrio de San Lorenzo, bombardeado por los Aliados, y se quedó en Roma cuando los nazis la ocuparon. Con el SIDA fue la madre Teresa la que dio un paso al frente y se arremangó a la hora de atender a los infectados.

En España, algunos obispos se han pasado de frenada y han impuesto más reglas que las que el real decreto-ley  declara en el estado de alarma,.

En el artículo 12 permite tener abiertas las iglesias y celebrar ceremonias religiosas, con las debidas precauciones. En resumen, ¿ dónde está la iglesia  que el papa habla. Esa que "parece a un hospital de campaña: tanta gente herida, tanta gente herida, que nos pide cercanía, que nos piden aquello que pedían a Jesús: cercanía, proximidad". ¿ Dónde la que  "construye puentes "? ¿ Dónde la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre".

-  Esto os pido: sed pastores con olor a oveja, que eso se note.

Pues la puertas cerradas, gente enferma sin visitar, y ovejas descarriadas en a tomal `pol saco.

No se entiende que,  después de tanta cursilería,  a la primera de cambio, resulta que no había Fe, 

Escribo de lo que conozco. Aquí la Iglesia está desaparecida, pero no en combate. 

Esta pandemia  se está llevando por delante muchos discursos cursis, muchos líderes, muchos partidos, muchas emergencias climáticas y feministas… y también a una cierta Iglesia.

Alguien dijo, con cierta coña,  que "la Iglesia, tiene los siglos contados" Y, aunque hemos pasado por momentos de crisis muy  oscuros, difíciles, durísimos, siempre  fue la hora de los santos.

Menos mal que entre ellos no es necesario que estén sacerdotes, o sean cardenales, o papas. O presidentes de conferencias episcopales.  Y sé que no son pocos los sacerdotes  que se asoman cada día por aquí. Y los tengo, los conozco muy bien, por gente ejemplar, de fe, de quilates.

Fue Pablo VI el que afirmó que por  alguna rendija se había introducido el humo de Satanás en el templo de Dios.

El papa Francisco  y su círculo  se han caracterizado por hacer hermosas frases que casaban muy bien con la ideología de buen rollo,  de la desaparición de fronteras, las migraciones descontroladas, el borrado de la tradición, la desaparición de las diferencias entre las religiones y la espiritualidad. Todo muy de celofán.

Se desmantelan los hospitales de campaña, los pastores "con olor a oveja" se separan del pueblo. Habría que recordarle al santo padre  su condena , esa  que "hacer creer que solamente con el miedo y reforzando las fronteras es posible defenderse".

En Roma se anunció la clausura de todas las iglesias, con permiso del propio Papa, que es obispo de la ciudad, hasta que éste rectificó.

Se ha hecho el silencio, un silencio atronador, como el que debía de reinar en los templos paganos abandonados a medida que se abrían iglesias. Cuando desapareció esa fe  y  los simios celebraban entre las ruinas esa desolación   rascándose las axilas entre grandes carcajadas.

Da la impresión de que a los paladines de la nueva Iglesia les ha entrado ese sentimiento tan humano que es el miedo. Hasta Cristo sudó sangre cuando se acercó su hora. Pero el miedo hay que aguantárselo si se predica a la gente que la vida "es una noche la mala posada".

La diferencia, pues, se encuentra entre quienes creen las palabras "confiad, yo he vencido al mundo" y quienes no las creen. Lo demás es bla bla bla.



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