miércoles, 11 de marzo de 2020

ADIÓS.

Siempre he preferido marcharme de donde no me quieren. Y gratis. Y no volver una vez que me he marchado. Por eso no digo adiós hasta el final. Hasta que sé que no hay vuelta atrás, que ya es definitivo. Porque lo difícil no es despedirse..es estar seguro de que es lo acertado. 

A veces da lo mismo si aciertas o no. Se trata de hacer lo que realmente crees que tienes que hacer para seguir adelante. Aunque te partas en dos. Aunque te amputes. Aunque jamás hubieras pensado que algún día tendrías que hacerlo. Aunque intentes convencerte de que quizás de otra manera, a ver si cambia, si son cosas mías . Aunque no entiendas cómo puede doler tanto. Aunque sepas que te vas a encontrar solo. Aunque tu vida no vaya a ser la misma. Aunque tengas miedo. Mucho.

Aunque tengas que empezar de cero.

Cuando te despides  de algo importante - ¿ de alguien?-   mueves unas fallas tectónicas muy profundas allá denrto , y el terremoto es seguro …todo se tambalea.  Después se recoloca.  Lo hace. Siempre. Aunque nos parezca que ahí se acaba.  Todo se recoloca. Siempre podemos. Siempre. Incluso con las más duras.

También hay despedidas de nosotros mismos, esas que cierran etapas, esas que marcan un antes y un después. Esas que son definitivas. Del Suso de la infancia, el de la adolescencia. El de la juventud. El Suso de Jesuitas, el de la Universidad.  De Viaró, de Terraferma, de Turó, de Pelñalba. Y son despedidas de ese yo que ya no queremos. De ese  Suso que  nos tiene hartos. De ese que intenta retenernos pero ya es tarde. Esas despedidas son definitivas, son para avanzar. Son necesarias, urgentes y sin retorno.

Y están esas despedidas que no esperas y que son para siempre. ¡ Joder, cómo me está costando esta entrada!. La de tu padre. La de Manuela. La de Jaume. La de Santi. la de Andreu. La de Joaquín . Alguna de ellas, como esas cicatrices que enseñan los toreros, tremendas, profundas, horribles , te dejan huella de por vida. No hay cirugía estética para ese dolor. No hay nada, coño.

No es fácil despedirse y no siempre hay que decir adiós. Basta con marcharse, retirarse sin hacer ruido si sentimos que sobramos. Basta con no volver donde nos hacen no estar cómodos. Basta con darse la vuelta mientras todos hablan y cerrar la puerta tras de nosotros. Sin ruido. Sin que casi se note. 

Hay que saber que nadie te va a echar de menos mañana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario