sábado, 21 de marzo de 2020

BAILANDO EN LEÓN.

Fue en León. Estaba solo en una cafetería. Derrepenete, depronoto, anuncia la radio una tema de Solomon Burke . Se trataba de " Let me wrap my arms around you and hold you tonight" A mi lado, una señora comienza a dar unos pasos de baile, de un modo discreto.

Lo cierto es que era verdad que algo en esa balada me había hecho parar y sentir moverse  en mi interior , una emoción. Le ofrecí mi mano y bailamos. El camarero sonrió y dejó hacer.

Qué importante son las emociones y los sentimientos, porque son  atemporales y porque son universales. En el momento que tú estás escuchando una canción, aunque no sepas qué dice ,  el momento en el que tú estás ahí delante y estás sintiendo lo que sea, da igual, esa emoción es la que te está diciendo que estás vivo y que estás frente a algo que está trascendiendo.


Me ha sucedido en más ocasiones. Escuchar una música te va a explicar quién eres. Parece que su autor te dice " voy a desnudarme frente al mundo para explicarte cómo eres y cómo soy”. 

Juan Pablo II explicaba que un cristiano es alguien que tiene una experiencia personal de Jesucristo. ¡ Eso es la música. No la entenderás hasta que no tengas una experiencia personal de ella.

A mi hay canciones que me han tocado para siempre. Desde una nana de mi infancia  como "patito , patito, color de café", hasta   llorar al escuchar una jota en la plaza de Bielsa, un día cualquiera, o cualquier balada de las miles que han llegado tan dentro. Hasta el pasmo.

Cualquier música, en cualquiera de sus expresiones. 

Entiendo esos ateos que creen en Dios a través de Bach...¡ cómo no entenderlo!

Y escuchando música aprendes que los malos tragos, mejor cuanto antes y de golpe. Que es en aguas tranquilas y mansas donde nos preparamos para los temporales.

Que puedes dejar de amar pero no de vivir.

En la música entiendes que hay batallas que se ganan no librándolas.

Entiendes que puedes ser tan feliz que tengas miedo.

Y que ser feliz no tiene que ver con ser entendido, ni con tener, ni con gustar.

Que eres  más importantes de lo que algunos te han hecho creer.

Que, aunque asusten, los cambios son absolutamente necesarios.

Que la vida era mucho más  de lo que yo había creído.

Y aprendes que, si la escuchas, la vida te dice … “¿Bailamos?”

Y uno se levanta y toma su mano. Da igual el momento, da igual quién mire, no importa lo que haya alrededor… Ahora es mi ritmo, seguro que puedo.

Y contestas… “Claro que sí. Bailamos”.




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