Estoy en Zaragoza pasando unos días con mi madre.
Escuchamos callados, en sordina de silencio, canciones. Esa música son recuerdos.
Ese silencio es maravilloso. También se siente muy dentro cuando duele, cuando no entiendes , cuando haces apnea y contienes la respiración.
Silencio que respeta, que ya sabe, que reza, que se pregunta aunque no quiere entender.
Miro a mi madre, absorta, y no tiene miedo, entiende la distancia, pero abraza y perdona.
Se trata de exprimir. Se trata de sacarse jugo. Porque nos puede pasar a cualquiera o a los que queremos. Y la vida se va en un segundo sin avisar, sin imaginarlo, sin tener culpa ni tiempo para reaccionar. Con tanto por hacer, por vivir, por amar; sin imaginar que sales a dar una vuelta y no volver.
Ahora entiendo.
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