jueves, 26 de marzo de 2020

TEODORO.

Me llegó la noticia de que Teodoro  se nos fue al cielo el 19 de febrero. 

Teodoro...lo conocí en Lérida. Llegó como nuevo director del colegio , un colegio con muchos problemas. Vino dejando un trabajo profesional de gran prestigio social y económico. Y lo hizo como era él, sin darse un pijo de importancia.

Recuerdo su primera reunión con los profesores. Entusiasmado, alegre, ilusionado, empujando, dibujando una gestión nueva , fresca...en fin, muy Teodoro. 

La actitud de los profesores en esa primera reunión lo decía todo. Era como esas películas del Oeste donde el hombre blanco iba al poblado cherokee a vender rifles y la tribu le escucha en silencio, con los brazos cruzados y una falta de interés alucinante. Como el que dice " pero qué me va a contar usted a mi".

Teodoro no se rindió jamás a esa suspicacia,  a esas rémoras heredadas, a ese " las cosas son así". Tiraba por aquí, tiraba por allá. Al final aquello fue  un peculiar socatira donde él tiraba de una cuerda, con algunos más, pocos y , ¿ cómo lo diría?...

Teodoro era un gigante. Un hombre de un corazón oceánico, una inteligencia superior, una intuición que se adelantaba a los problemas  y los encauzaba sin miedo. Era un hombre bueno, con una confianza inmensa en su gente..." vosotros sabéis más que yo de educación, de enseñanza, de padres, de chicos...¡adelante!. Yo sé de gestión. ¡ Vamos todos a una!

Y los indios, en silencio, sin un mal gesto, tampoco bueno, escuchaban como los soldados de Asterix cuando piden voluntarios para ir al pueblo galo...mirándose las uñas y silbando.

Aquello era un corral y Teodoro un gigante entre gente perezosa, mendaz, cobarde, aburguesada, vanidosa, cortita, envidiosa, acomplejada, herida, orgullosa, paleta ( que no tiene que ver con ser  de pueblo)...de vuelo corto. A cada actitud se le podría poner nombres y apellidos. Los miqueles, los mateus, los ramones, los jordis, los joanes, los ignacios, los juanjos, los ...le hicieron varias huelgas, le daban la callada por respuesta, le  dejaban en la estacada.

¿Hubo excepciones?. Por supuesto que las hubo. Muchos de los mismos que se han citado , simultáneamente, eran buena gente. ¿Cómo podrían ser ciertas ambas cosas? ¿Cómo puede  ser un compañero alguien egoísta y a la vez generoso? ¿Cómo podría un profesor estar quemado y triste, siendo una persona de bien? 

La vida es así.  Nadie dijo que fuese coherente y con sentido. Los humanos somos así,  complicados. 

Un águila en un corral.  Pero Teodoro siempre con una sonrisa. Siempre escuchando. Siempre con la puerta y el corazón abiertos. 

Hacía años que quería escribir mi particular homenaje a este hombre. 

Y yo soy el primero en pedir perdón. Tampoco estuve a la altura. Pasa que con los años, como el mendigo del cuento  que abre la bolsa, encuentras la mierda de grano de trigo que diste de limosna , más por pena que por justicia, convertida en una pepita de oro. Y caes en la cuenta, y dices " ¡ Teodoro!".

Un día me dijo " sé que dicen de ti muchas cosas, que eres un gamberro, un caradura, ya sabes...no cambies, sigue, ayudas a mucha gente, ¡tira!".

Y tiré. Y fue en ese colegio, en esos cinco años, donde vi hechos realidad muchos de mis sueños. En Lérida fui muy feliz: grabé  varios CD, cultivé las mejores amistades de toda mi vida, conocí personas maravillosas...mi vida en Lérida fue increíble.

Y ahora , abro el saquito  y veo todas esas pepitas de oro y pienso "¡Teodoro!

Dejó Terraferma como llegó. Se fue. Con la misma alegría, sencillez grandeza, humildad. Sin darse un pijo de importancia, sin una mala cara, sin un reproche, sin  esos " porque yo hice, porque antes que  yo , porque yo dejé...". Nada. Se fue, y ya está.

Años después lo fui a  visitar  en un hospital en Valladolid. Estaba ingresado. No se me olvida ese brillo que tenía en la mirada. ¡ Qué alegría desprendía ese hombre! Recordamos viejos tiempos...pero  no me atreví  a  darle las gracias.

Teodoro era un hombre enamorado. Enamorado de Pacita. ¡ Qué mujer! La compañera ideal. Esa que va en el carromato disparando a los indios cuando las cosas pintan mal , o que se arregla, se da un poco de colorete , agarra el brazo de su marido y dice ! ¡ vámonos, aquí no pintamos nada!".

He conocido personas que, cuando se levantaban un segundo de cualquier parte y decían “ahora vuelvo”, dejaban un vacío inmenso, como si en lugar de levantarse para ir al despacho se hubiese levantado para irse al infinito. Y cuando volvía...¡ qué paz, qué seguridad!

Teodoro era de esa clase de persona.

Está enterrado en Salmoral, Salamanca. Me gustaría ir allí, besar su losa, y decirle, "¡ gracias!"





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