martes, 31 de marzo de 2020

COMPARANDO GALICIA Y CATALUÑA, .

Después de muchos años viviendo en Cataluña,  queriendo a esa gente, me vine a Galicia. También a querer. 

Al final de mis días allá sufrí con pena el ingenio supremacista. El soberanismo se adueño de todo. Y , me apena escribirlo,  convivir con amigos que se sienten distintos por razón da haber nacido allí.

Me da pena y risa. 

Clara Ponsatí dijo esa crueldad de chiste sobre los muertos del coronavirus  de “De Madrid al cielo”, un recurso cruel de humor supremacista, porque allí está bien visto. 

Pero el catalán también muere, como todos. El rico, y el pobre.

Esta absurda burla se ríe de la ferocidad de la pandemia pero ridiculiza las tesis indentitarias. 

El gallego no es nacionalista. Algo que les define muy bien , es un tópico, es la indefinición. La rebeldía tampoco forma parte de su esencia. Castelao: dijo  “El gallego no protesta, emigra”.

Y esa emigración les ha hecho tolerantes, muy hospitalarios,  muy de festejar todo, y a todas horas. ¡ Festa rachada!, que es  algo así como "  disfruta como si no hubiese mañana".

Aunque parece conformista, en realidad ese conformismo esconde un fondo que en realidad es optimismo puro, plasmado en la  expresión " malo será" o " nunca choveu que non escampara".

En el rural, y Galicia es rural , el "e ti de quen es?", que preguntan las paisanas cuando, tras mirarte de arriba abajo, no logran situarte en ninguna casa de la aldea les hace parecer cotillas. Una reacción natural de alguien no acostumbrado a este tipo de interés es pensar «y a usted qué le importa, señora», pero eso es simplemente no comprender que en los lugares pequeños todo el mundo se conoce y que cualquier foráneo debe ser identificado de forma inmediata. Y no es puro cotilleo, claro que no: se trata de situarte en algún lugar de la red de contactos, saber dónde encajas en la comunidad.

La gente gallega es abierta y tolerante. Aquí no cuentan los muertos por gallegos, como en Cataluña. Allí el que muere es catalán, o no es.

Aquí  no se habla de gallegos fallecidos. Habrá difuntos que nacieron aquí, pero muchos otros estarían de paso. O llevarían poco tiempo en estas tierras. O se establecieron hace unas décadas. O vinieron del campo, o de la emigración. Los gallegos no existen, o no existimos, al menos desde las agotadoras consignas nacionalistas y preceptos indentitarios. 

Otra cuestión es el carácter. El gallego no es fenicio. Para él lo primero es su familia, después su gente, y su gente abarca mucho más que el pueblo donde nació.  Y si vienen mal dadas, le echan cojones a la cosa, y emigran, a probar suerte...si sale bien, su generosidad es maravillosa.

Capítulo aparte sería la mujer gallega. La madre.

La definición del gallego sólo se explica por la personalidad que se han otorgado ellos mismos al llevar generaciones yendo por el mundo y regresando, y quedándose allí y aquí. Si mueren los gallegos, quiere decir que se muere los cubanos, los venezolanos. Y los ecuatorianos . Y los suizos. Y los alemanes. Porque rascas en el corazón del muerto y laten muchos paisajes.

El gallego de verdad es el último en llegar y el primero en marcharse. El gallego habla gallego, pero es el camino más lejano del nacionalismo.

Aunque ese virus no falta tampoco aquí.

A mis amigos catalanes les aconsejaría que cuando les saturen de soberanismo, de la presión independentista, el folclore de la diferencia, salga de casa y venga por aquí. Y se vaciará de identidad y recuperará la ingravidez. Se transformará en gallego mirando el cielo incierto de aquí

La identidad gallega se la damos todos. Los de fuera y los de dentro.

Estas son unas de las cosas  que he aprendido de irme de allí, y venir aquí.



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