viernes, 10 de abril de 2020

ESCRITO EN EL DESVARÍO.

Estos días todo se ha vuelto extraño e irreal.  

Días de mucha lectura. Por eso pedimos a los libros que nos hablen del mundo en que vivimos y nos ayuden a entenderlo. Leo para entender, y entenderme.

Sin embargo, más allá de los problemas concretos que nos acosan, y que tienen que ver con las injusticias y los abusos que se comenten cada día, los hombres y mujeres actuales seguimos  asistiendo al nacimiento de los niños, nos perdemos en los laberintos del amor y del sexo, visitamos en sueños lugares incompresibles, conversamos en secreto con los muertos, nos sentimos interrogados por la mirada de los animales. 

¿Por qué los libros no deberían hablar de todo esto? 

Ayer la iglesia celebró la institución de la Eucaristía.  Es asombroso, creer que Cristo está con su cuerpo, alma, sangre y divinidad , oculto bajo las especies del pan y del vino.

El hombre vive en la materia y necesita la ciencia  y la técnica para transformarla  y   comprenderla; pero vive también entre representaciones y para comprenderse a sí mismo y a los demás necesita historias que le pongan en contacto con lo más oculto y hermoso de sí mismo. 

Todo es doble en nuestro corazón. Vivimos entre la razón y la locura, entre el principio del placer y el principio de realidad, entre el mundo del doctor Jekyll y el de mister Hyde.

Comulgar y creer en la Eucaristía es una locura

Hay una leyenda china en que una joven que vive en el pueblo con sus padres se enamora tan locamente de un viajero que, incapaz de saber si debe de seguirle o no, se desdobla en dos. Una de ellas continúa viviendo en el pueblo con los suyos, mientras la otra viaja por el mundo con su amante. Pasan los años y un buen día ésta siente tanta nostalgia de lo que dejó atrás que decide regresar a su pueblo. Y cuando lo hace, se encuentra con aquella de la que se separó al marcharse y vuelven a juntarse y a ser una sola mujer.

De alguna manera eso es la Eucaristía. Desdoblarse,  irse muy lejos, allá dónde habita Dios, que es Amor...¡ joder, ¡ qué vértigo! 


Es lo que les pasa a los cristianos al vivir, que siempre son dos, el que vive en el mundo real entregado a sus ocupaciones, y el que es al recibir a Jesús .

Le pregunté a Joaquín, un amigo enfermo que falleció por la esclerosis después de décadas de mucho sufrimiento que cómo desconectaba.

- Cuando comulgo.

Le he dado muchas vueltas a esa frase.

Jesús tiene una querencia enorme, inmensa, por los pobres. Los hombres y mujeres a quienes les quitan sus casas, los que no consiguen trabajo, los que tienen que cuidar a sus enfermos sin la ayuda de nadie o emigrar a países cuya lengua y costumbres desconocen. Los desdentados.

En fin, esos que aquí no son más que un número en las estadísticas oficiales. Todos ellos guardan en su interior vidas que no logran hacer reales, y la tarea es estar a su lado.

La realidad está enferma y necesitamos el elixir de ese amor que es más grande que la muerte. Sólo así nos curaremos de nuestro extravío. Necesitamos niñas vírgenes que paren un Dios en pesebres de mierda , buscadores de estrellas, bodas de novios que se quedan sin vino, niñas que se mueren y que resulta que están dormidas, casas con el  tejado roto donde bajan unos amigos a un desgraciado, putas que secan sus lágrimas en un banquete de ricos que piensan mal , el décimo leproso regresando tan feliz y tan campante, gallos que cantan recordando una traición...

No te confundas, amigo lector. No tengo la fe que escribo. Pero , si tengo que alinearme en algún  sitio,  sería éste. 

¿No querrías  lo mismo?





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