miércoles, 1 de abril de 2020

LA HERENCIA DE UN PADRE RICO

Nos dejaste a mamá, tu novia guapa. 

El Irati, dormido al pasar Liédena. Las truchas de Barrosa.

Las canciones en un seiscientos. Bielsa, Pineta y el Gállego a su paso por Ontinar de Salz.

También las setas, y la huerta, y esa manera de decir "¡ vamos a la aventura!". Nos dejaste las perdices, y esa forma de soñar a lo grande.

El amor a la libertad. La sorpresa por lo pequeño. 

Las fresas vagabundas, las ramas más altas de los tilos. Marboré, La Larri, Astazú  y Tringoniero. Los edelweis perdidos y hallados en las alturas y descubiertos como tesoros escondidos.

Nos dejaste el viento de la Muela. Y el olor a campo. Los pueblos abandonados , como barcos en el océano nocturno.

El saber ganar. Y el saber perder. La elegancia de ser Carlos Mendive pase lo que pase.

Escuchar las notas que exhala un piano en la hora despoblada de la siesta.

La oración con tus hijos arracimados en torno a ti después de recibir la Sagrada Comunión. Esos "Alma de Cristo, santifícame, Sangre de Cristo embiágame...". Tu amor a la Virgen, que te volvió loco. Literalmente loco. Loco de remate.

Me dejaste, sólo a mi, un baile juntos en la sala de estar de casa por haber aprobado todo el curso en junio.  Bailamos la Obertura de Guillermo Tell, de Rossini ( fue la única vez que pase un curso limpio en junio, por eso la recuerdo) 

Las jotas con mamá. Tu cucurrucú llorando de emoción.

Tu curiosidad. Tu fidelidad. Tu amor. Tu saber perdonar. Tu grandeza.

Nos diste todo eso, y màs.

¡ Qué suerte haber tenido un padre rico!





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