Hay un personaje de un cuento Heinrich Böll que se dedica a coleccionar silencios.
El hombre vive en una época y en un país terrible, la Alemania de después de la guerra, y trabaja en la radio.
Una de sus tareas es preparar las cintas grabadas para su emisión. Él debe revisarlas, y hacer cortes, para evitar las pausas innecesarias. Si embargo, no tira esos trozos, los guarda en una caja con la intención de volver a unirlos un día y obtener así una cinta en que lo único que se oiga es el silencio.
Es una hermosa parábola. Vivimos un tiempo en que el silencio está muy desvalorizado. Los medios de comunicación han transformado al hombre en un ser que no para de hablar, de buscar como divertirse. de ruido, de emociones fuertes.
Escuchar a Pedro Sánchez hablar y hablar y hablar, leyendo al dictado de guionistas que le fabrican discursos plagados de frases hechas y de bla bla, bla...
Y la gente de tertulias, o de la calle, que no tiene problemas en opinar sobre lo primero que se le ponga a tiro.
¿Supone esto que hoy día las palabras estén más valoradas que nunca? ¡ Ja!, pocas veces las palabras y las ideas han valido menos.
Puede que el antídoto sea actuar como el personaje del cuento de Heinrich Böll. Una forma es salir a andar, de paseo, o de excursión, o a pescar, o a coger setas, hacer deporte, o meditar ( cosa muy difícil). Pero buscando el silencio.
También leer es una manera de hacerlo.
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