Viví dos décadas largas en la parte infantil del mundo, impartiendo clases en primaria, en Viaró, Terraferma, Turó, Peñalba, y sé que esa parte no está tan lejos de ellos como creemos.
Ahora los veo pasar camino del colegio, o en fila cuando van por la calle cogidos de la mano, o sentados en una visita cultural , mientras l@s profes tratan de dirigirlos en orden - a veces tan difícil como llevar una manado de gatos por una carretera.
Me gusta observarlos. Contemplar sus gestos y palabras. Su inocencia y primeras exploraciones del mundo y la vida. De esos años con la infancia aprendí que con los años somos ese niño disfrazado, camuflado, con la máscara puesta. El pequeño cabroncete que engañaba a su compañero de pupitre vendiéndole piedras de la luna que traía su padre astronauta , hoy vende y engaña otras cosas, de otros astronautas. El gordito colgado que traía la pelota al colegio para dejar jugar sólo a sus amiguitos , y cuando se enfadaba agarraba el balón y allí no jugaba nadie, hoy es un hijo de puta que deja jugar a otros amigos malotes e interesados.
Intentar adivinar en ellos lo que, bueno o malo, brillante o mediocre, tal vez serán de mayores.
Siento que me estoy ablandando, y puede que sea la edad. Los domingos hay un mercado en Padrón inmenso, festivo, colorido. Allí hay un tiovivo con caballitos . Con sus polos de colores, y sus gafotas de sol , y sus padres vigilándolos de cerca, o fotografiándolos. .
Se movía el artefacto , las monturas subían y bajaban,algun@s niñ@s con sus padres al lado para que no cayeran, sonaba la música, y los críos se agarraban a los barrotes saludando a sus familiares cada vez que pasaban ante ellos.¡ Cómo les brillaban los ojos! Cabalgaban serios, de una forma cabal, formales, convencidos de que aquello era de verdad , con un orgullo maravilloso. Con esa inocente sinceridad que sólo un niño pequeño posee y que luego la vida te va desdibujando poco a poco.
Los veía pasar y me acordé de mi, de mis padres, de otro tiovivo, de otras ferias.
Pensaba que eran afortunados por ser todavía lo que son , lejos aún los complejos estados por donde la vida acabará llevándolos. Estaban allí, en el puerto seguro de los brazos de sus padres, entre músicas que recordarán toda su vida, fuera de las lianas del sexo, de la vanidad, del dinero, y creyendo en un un Dios que aún es bueno.
Y al observar sus rostros fascinados y esualtantes, la confianza con que miraban a padres y abuelos mientras sus manitas se aferraban a los barrotes de los caballitos pintados, me vi a mi hace sesenta años, cuando desde la rueda de un tiovivo que sonaba el Vals de las mariposas miraba a mis padres y al mundo girar a mi alrededor con la misma fascinación e inocencia.
- ¿ Qué te pasa?- me reguntó Maria José- estás emocionado.
- Nada...cosas mías.
Vaya copy and paste de Arturo Perez Reverte.
ResponderEliminar¡Bien visto!
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