Sobre la piel fina. Una vez alguien me dijo que "era de piel muy fina".
Cuando me lo dijo , la verdad, no era así, de piel fina. Tenía callo, muchas cortezas en el casco.
Después, mucho después, conviví con personas de piel fina. Recuerdo una que , al escucharme una confidencia , vi cómo se le erizaban los pelos del brazo. Era un hombre. Yo estaba llorando mientras abría un corazón infectado.
Al ir a Tamahú aprendí de un maestro qué era eso de la sensibilidad. Se llamaba Xabier. De él aprendí , sin tonterías, que gracias a esa piel fina puedes sentir cuatro notas en vez de una. Gracias a esa piel fina uno abandona la lupa gorda por el microscopio de las miles de posibilidades. Uno se hace más amplio. Aprende a escuchar el sufrimiento. Y ya no quiere volver a tener la piel bastarda y endurecida.
Porque son los de la piel ruda los que ponen vallas al que llega pobre, desnudo, con miedo, vallas al que se se va buscando una vida nueva, mejor, vallas al sexo, vallas a la mente, vallas de la religión fanática, de la ideología , y luego tienen que venir los de la piel fina a quitarlas.
La piel ruda sabe; la piel fina duda. La piel ruda impone; la piel fina sugiere. La piel ruda es la línea recta que no se detiene ante el llanto de los leopardos; la piel fina prefiere tomar un millón de curvas antes de lastimarte.
La historia del humanismo es la historia de las victorias conseguidas por los que tienen la piel fina.
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