De los días en Tamahu, y del trato con los indígenas, se adquiere una forma de ver la vida por ósmosis: una cierta fatalidad ante las cosas. La vida es así, no hay que darle más vueltas, todo sucede cuando tiene que suceder , independientemente de nuestros deseos. Y consecuencia de esa manera de vivir, muchas veces "contemplativa", como de la mano de ella, nace el asombro.
Asombrarse es propio de niños. Y esa niñez se recupera si te abandonas a la meditación. Es frecuente que te sorprendas en medio del silencio por un hallazgo insospechado que te asalta en un paseo meditando. A veces ese asombro llena de alegría , sobre todo cuando descubres facetas del pasado que hoy no reconoces en ti.
Recuerdo una frase : "un león enjaulado no es un león". Y descubrir que uno ha sido esa fiera enjaulada durante muchos años. En una jaula muy grande, y con los barrotes muy gruesos.
Meditar no es soñar. Nadie vive más en la realidad de la vida que la persona que medita. Cuesta mucho entender esto, pues la lucha contra la fantasía tiene que ser sin cuartel. Yo soy persona que está bien en todos los sitios, excepto donde tiene que estar. La imaginación es una mentirosa que esclaviza , y de qué manera.
La realidad es más hermosa que la mejor de las fantasías, lo mismo que tu mujer es mejor compañera que cualquier otra que puedas soñar, que lo que escribo ahora es mejor texto que la entrada que pensé. Sólo libera la realidad. Será torpe, lenta, cortita de luces, estrecha, pobre, pero es: se huele, se palpa, se ve.
Los sueños se escapan, decepcionan, son intangibles.
Sueño con no soñar, solo sueño en vivir,…
ResponderEliminarSusto, rezamos por ti cada día: al Padre, al Hijo y al Espirítu Santo. A los Tres.
ResponderEliminarTambién a Santa María Virgen, Madre de Dios. Y a los abuelos maternos del Verbo, Joaquín y Ana.
Y también a Pedro y Pablo, Andrés,
Santiago y Juan,
Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente,
Sixto, Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisogono,
Juan y Pablo, Cosme y Damián,
Pedro y Pablo, Andrés,
Santiago y Juan,
Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente,
Sixto, Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisógono,
Juan y Pablo,
Cosme y Damián.
Rezamos para que se confirme que es la típica carbonilla de viejo jubilado fumador de ducados durante 50 años, que tiene tiempo para ir cada día a todos los médicos a ver si al final le encuentran algo.
Tal vez, en algunas enfermedades, el cuerpo lucha como siempre, tratando de curar las heridas, solo que cuando las heridas vienen del alma que no encuentra las fuerzas para seguir, como ejemplo, en una decepción muy fuerte, una angustia profunda, o situación parecida, el cuerpo está luchando una cruzada solitaria por el alma que no lo apoya. Quiera Dios ayudarnos mientras peregrinamos por este mundo.
ResponderEliminarGracias... Muy interesante reflexión.. Mucho.
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