En el libro "La bailarina de Auschwitz" , una historia de superación, conmovedora, trata de muchos asuntos desde un punto de vista autobiográfico. Uno de ellos es el dolor.
«Mi propia búsqueda de la libertad me han enseñado que el sufrimiento es universal. Sin embargo, el victimismo es opcional. Existe una diferencia entre victimización y victimismo. Todos podemos ser victimizados de algún modo en el transcurso de nuestras vidas. Todos, en algún momento, padeceremos algún tipo de desgracia, calamidad o abuso, provocados por circunstancias, personas o instituciones sobre las que tenemos poco o ningún control. Así es la vida. Y eso es la victimización. Viene del exterior.
Son los matones del barrio, el jefe que se enfada, el marido que pega, el amante que engaña, la ley discriminatoria, el accidente que te envía al hospital.
En cambio, el victimismo procede del interior. Nadie puede convertirnos en víctima excepto nosotros mismos. Nos convertimos en víctimas, no por lo que nos sucede, sino porque decidimos aferrarnos a nuestra victimización. Desarrollamos una mentalidad de víctima; una forma de pensar y de ser rígida, culpabilizadora, pesimista, atrapada en el pasado, implacable, castigadora y sin límites o fronteras saludables. Nos convertimos en nuestros propios carceleros cuando optamos por limitarnos mediante la mentalidad de la víctima».
Eso es en lo que no debe caer un enfermo, una víctima del tipo que sea: no convertirse en su propio carcelero.
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