Cuando era pequeño jugaba, jugaba mucho, y reía sin parar. Y de adolescente mi sueño era hacer realidad lo que imaginaba. Quería ser todos los papeles protagonistas de todas la películas que veía.
Me daba igual vaquero que indio, villano o héroe, santo o pecador. ¡ Lo importante era representar muchos!: imitaba sus andares, sus miradas, sus gestos.
Dios me miraba.
Desde su trono - butaca Dios nos mira a todos representando todos esos papeles , máscaras, que hemos ido representando.
Quizás allí está el quid de nuestra vida desgraciada: no sabemos vernos a nosotros mismos como un espectador de nuestra propia película. Entonces, te reirás de tus cosas, incluso de las más ridículas, o las más ofensivas y graves.
Porque es allí, entre tus risas, vestido de vaquero, o tus lágrimas, disfrazado de soldado romano, cuando te entenderás mejor, y te disculparás, y te perdonarás. Y dirás "¡joder, qué desastre de tío!".
Pero viéndote así, desde tu propia butaca, la alegría , la compasión, incluso el amor por ti, la dicha te llenará los ojos , como cuando tu madre te pillaba haciendo idioteces a solas en tu habitación y te decía "¿pero tú estás tonto, o qué?", y le lucían las pupilas alegres.
Sí, amig@, baja del escenario, y mira la
película de tu película desde la butaca, al lado del otro Espectador. La alegría está en ti mucho más profunda de lo que piensas, y va mucho más rápida, y mucho más lejana.
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