La historia fue absurda. Pero fue así.
Había tenido un accidente en Sant Sadurní de Noia. Dos vueltas de campana. Siniestro total. Desde una cafetería del pueblo llamé a una casa de convivencia cercana para avisar del fatal asunto. Me dirigía allí. La camarera del bar, que era su propietaria, me miraba , curiosa y picarona, mientras escuchaba mi rocambolesca historia. Al colgar, me sirvió una cerveza.
- Toma, después de lo que te ha sucedido lo necesitarás. Te invito.
La verdad es que mientras hablaba por teléfono me había fijado en ella. Mucho. Y resultó que a este argonauta se le planteó alterar todos los viajes pendientes durante las semanas siguientes, incluso meses, y recalarme allí, a ver qué pasa.
Mientras esperaba a que vinieran a recogerme seguimos charlando de todo y de nada. Le conté mi vida. Ella la suya. Me acarició el brazo. Se me pusieron algunos pelos de punta. Me refiero a los brazos.
Entró uno a buscarme.
Al día siguiente inventé una charla en Barcelona y paré en el bar. Y ya nada fue igual.
Ayer , muchos años después, y muchas historias, y algunos viajes, me escribió a mi Facebook. "¿ Qué tal te va la vida?. ¿ Sigues bebiendo Jacks Daniels con manguera?...¿eres feliz? , ¿te van bien las cosas?
No supe qué contarle. ¡ Habían pasado tantas cosas!, ¡ he cambiado tanto!...
¿ Esta era también madre de alumnos o no ?
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