Para muchos educar es embridar el caballo blanco de la niñez .
Todos los caballos desde que nacen , y de un modo instintivo, intentan desembarazarse de lo que les pongan encima.
Algunas personas les sucede lo mismo. Para muchos profesores, y padres, educar es domesticar.
Del mismo modo que los caballos se doman para las carreras, o como tiro del arado en tareas agrícolas, en el transporte de personas o cargas, hay quien educa para adiestrar en la existencia: el negoci , o la carrera de la vida que, para muchos, se parece a la de caballos.
¡Cuántos conozco que han sido domados por papá para que sigan con él en el negocio!
Los dos procesos se parecen : se inicia enlazando un potrillo no domado, al que se lo sujeta a un poste de madera clavado en el suelo , se le cubren sus ojos con una prenda. Después se le suele colocar también riendas, brida (con bocado o freno en su boca), estribos y montura.
En el siguiente paso, el domador monta al animal (portando botas provistas de espuelas) y sus acompañantes al mismo tiempo le quitan al animal la prenda que ocultaba a sus ojos y lo liberan.
El domador al unísono comienza a azotar con su rebenque las ancas del equino, el cual responde con fuertes sacudidas, corcoveos, saltos, y patas, pero a los 10 o 20 segundos el cansancio lo vence y comienza a dejar de saltar, para pasar seguidamente a obedecer —al comienzo de mala gana— las órdenes de quien lo monta.
El resto ya lo intuís...
El éxito en la vida es un caballo blanco cuyo designio nadie puede adivinar.
Cada un@ somos ese corcel sin montura ni bocado que , después de recorrer el parvulario, la escuela, el colegio...después de ponerte las riendas, embridarte, colocarte el bocado y el freno , y taparte los ojos, has dado todas las coces que has podido, has brincado y, al final, vas al paso que la vida te ha marcado.
Probablemente estés donde han querido que estés , trabajas más o menos donde diseñaron tu futuro y, ¡ no te asustes!, te has casado con la yegua de la misma hípica.
Los que saben de caballos de carreras dicen que lloran en la meta. No se sabe si por el esfuerzo de haber ganado, o por el de la derrota.
A ti y a mi también nos puede suceder: llorar porque sólo eres un caballo de carreras que mientras galopas enloquecido y sientes los latigazos y las espuelas del jockey atizando sin piedad tus ancas , recuerdas que naciste Purasangre , libre, con las crines como única brida.
Y esas lágrimas las buscas detrás del espejo de la memoria en aquella casa donde naciste, en esas calles de tu niñez , en ese parque donde ibas con tus padres y hermanos a alquilar bicicletas , antes de ir al colegio, antes de que te embridaran con un Dios que ni era Dios ni era nada, antes de sentir las puntas estrelladas de los miedos en tu carne, antes del sexo, cuando eras buen@ y guap@ .
¡Ojalá un día tires al jinete de mierda al suelo, saltes la valla del hipódromo, y galopes hacia el sol como Bucéfalo!: nunca será demasiado tarde.
Los caballos lloran la muerte de un compañero
ResponderEliminarY los burros también
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