martes, 9 de agosto de 2022

EL FINAL DE ELCANO.

Terminé de leer una biografía de Elcano, escrita maravillosamente por José de Arteche.


Una figura gigantesca. Todo ese viaje de la vuelta al mundo está lleno de gente , y de historias, inolvidables. 


Impresiona el final de este hombre.  Se embarca en un segundo viaje, esta vez a las islas Molucas. Un desastre de iniciativa que termina muy mal para todos.


Hay en la vida un momento, antes del trance fatal, en que el hombre siente haber sido rozado por el ala invisible de la muerte. Es un extraño presentimiento del fin que fuerza al hombre a detenerse.. En ese momento, instintivamente, el hombre se pone a mirar hacia atrás. Y en ese trance el hombre tiende a dar un repaso sincero y despiadado a su vida..


Quince días antes de fallecer, Elcano, en plenas facultades, y enfermo de muerte, intuye ese final y  decide hacer testamento..." sabiendo que la vida del hombre es mortal, y la muerte muy cierta, y la hora muy incierta..." . El testamento detalla y enumera durante catorce folios todas sus cuentas pendientes y asuntos de los que mejor no hablar, incluidas amantes, hijos bastardos, y líos de la vida marinera.


Pero lo que a mi me llamó la atención es que en ese larguísimo y apretado testamento , después de sus disposiciones respecto a las consecuencias de sus amores , y antes de una interminable enumeración de previsiones , aparece el nombre de una mujer.


¿Quién es esa mujer de Guetaria cuyo recuerdo acompaña al navegante once días antes de su muerte? ¿ Quién es esa "Isabel del Puerto", mi prima" a la que Elcano obsequia con un rico vestido de cuatro ducados?


¡Ay, este hombre pertenecía a la raza de los sentimentales y románticos!.  Esos amores platónicos que no olvidas nunca, ese primer amor de la adolescencia, ese sueño que no abandonas en la vida, esa pureza primera...


Por ese detalle, Elcano me parece un  señor. Todo un señor.


Su cadáver, envuelto en un sudario, sujeto con ligaduras a una tabla , fue levantado y apoyado en la borda. La tabla se deslizó y se oyó chocar el cuerpo con el agua. El capellán trazó una cruz en el aire.







 

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