jueves, 4 de agosto de 2022

HECHOS A MEDIO COCER.

Para mi el cine es la mayor forma de resistencia que existe ante nuestra insignificancia. 


El cine ha moldeado mi forma de vivir, ¡ y de qué manera!

De bien pequeño veía una película y al salir quería ser Jerry Lewis, Louis de Funnes, Cantinflas, o cualquiera de los malotes que , ¡ cosas de uno!, siempre me han atraído.


La actriz que hizo de Popea en Nerón , Patricia Laffan- ¡ qué mujer!- me volvió loco. ¡ Lo que hubiese dado por ser ese leopardo en su regazo. Yo creo que llegué a sentir sus dedos en mi piel.


Y me decía " ¡eso lo haré yo!". Y vaya si lo hacía. Hacer de la vida una buena película, o mala, o lo que sea, pero hacerla. Y verlas mientras suceden como un espectador de mi propio rodaje.


Así fue, así es, y así será. Canto como en  el cine, beso como en el cine, río como en el cine, lloro, y rezo, y peco.


Que nadie me diga nada. A los sesenta y cuatro años la frontera entre la razón y la locura es porosa, y el que piense que puede encauzarla, allá él. Tengo muy claro que todo lo que vale la pena llevarse de este valle de lágrimas son los buenos momentos disfrutados.


No me engaño. Sé que hay una corriente subterránea de lágrimas circulando en las raíces de toda vida. 


¿Quién no ha enloquecido viendo algunas películas hasta el punto de tomarlas como referencias y, en algunos casos, imitarlas? Y sacrificar la seguridad de la vida  a cambio de seguir un ideal que - ¡hoy lo sé!- era más cinematográfico que real. 


No me hice del opus dei por sentir una vocación, sino porque allí pude vivir unos ideales de película que nadie más me ofreció. Yo no quería ser santo, quería mi película. Y a mi manera.


Así me fue.


Después han venido más películas, más guiones, más libros, y más personas con las que compartir esta vida inventada. Esta vida que con frecuencia rememoro y miro desde la butaca de mi imaginación....y, en fin, no siempre la trama  es divertida, ni ejemplar, a veces es patética, bien triste y ridícula, y grotesca.


Pero siempre valió la pena .


El platonismo es la marca propia de algunos de los mejores poetas amorosos de siempre. La Lisi de Quevedo no es una mujer real; todas las obras maestras de Quevedo en el sembrío amoroso están dedicadas a una mujer que es mero fruto idealizado de su imaginación. 


Tampoco Neruda escribió sus Veinte poemas a una mujer en concreto, sino a una pluralidad de mujeres de su adolescencia, a las que integró en una sola.


Escribir sobre un amante real, sin embargo, tampoco acaba a veces con lo platónico: Katherine Whitmore se queja a Pedro Salinas en una carta de que no se reconoce en los poemas a ella dedicados, y lo mismo dice Juan Carlos Onetti de los poemas de amor que Idea Vilariño escribió sobre él. Y Dante… ¿qué pinta Dante, después de casarse con Gema y tener seis hijos con ella, escribiendo obsesivamente sobre Beatriz, una mujer muerta veinte años antes con la que no tuvo más que un breve y casto beso?


Tal vez no sea el cine, sino algo raro que tenemos de cuna, como hechos a medio cocer.




No hay comentarios:

Publicar un comentario