viernes, 5 de agosto de 2022

OFRECIENDO LA FLOR DE MI INFANCIA.

Estuve diez días con coronavirus. Nada serio.


Todo era confuso, extraño y gris. Llevo muchos años escribiendo a diario. Y aquí sigo, dale que te pego. Dando la brasa.


Esta tarde lo propio parece ajeno, y lo ajeno simplemente está ahí, haciendo sombra y tapando el sol con su dedito. La gente se está muriendo. Yo me he querido morir muchas veces. Muchas.  Ya sé lo que es sobrevivir corriendo detrás del tiempo. 


Hubo años que corrí mucho. Unas carreras extenuantes. Resulta que de tanto inspirar y expirar, y escupir, y no pensar en nada, y sudar , y vomitar tu propio corazón, te queda la sensación de que a vida es sólo eso. La ratita gira sobre la rueda de su jaula, y uno sobre una biografía que termina donde empezó. 


Al final , sabes, la vida es el último día. Sólo eso. Y qué importa si es hoy, ayer, mañana. 


Supongo que debería importarme, pero ¿me importa algo ahora?


El tiempo pasa a veces demasiado lento, a veces demasiado rápido, a veces incluso en un mismo día pasa todo. ¿Amaneció? ¿Es ya de noche? ¿Es ya el momento de comer? 


Y si me preguntas cómo me siento, te diré que hoy tengo ganas de irme a los márgenes de la vida. Y que le den. ¿Has andado alguna vez por el arcén de una carretera? Aquí en Galicia está repleto de cascos de botellas, latas de cervezas, paquetes de tabaco, preservativos. La vida que sobra, lo que no sirve para nada, la mierda. Lo sé  porque estos días de confinamiento salgo a andar por allí , al campo, y bordeo muchas carreteras. Y pisas todo esa inmundicia y  piensas " nos merecemos el puto virus, y que esto salte por los aires. Nos falta un hervor. ¡ Qué razón tenía el que dijo " no saben lo que hacen".


Puede que no lo entiendas, puede que sí,  o puede que luego lo pienses mejor y digas " estás como una cabra". "Bien", te responderé, pues  nunca he estado más cuerdo. Nunca. Aunque a mí me va a explotar la puta cabeza igualmente.


Veo cicatrices en mi frente y me preguntas de qué son y te digo que siempre estuvieron ahí. Y pienso en otras cicatrices. Cada uno tiene las suyas. Y  esos días en los que pedí una muerte vicaria. 


Todo es confuso, extraño y gris esta tarde de  lunes festivo, pero las cicatrices.... nos recuerdan que el pasado fue real.


No sé por qué me dio por recordarme de niño... La tarde llegó y sigo en aquel callejón de luz  de mi memoria, ofrendándole a ella la flor de mi infancia.




2 comentarios:

  1. Me entristecen algunos de tus escritos, ¡no te mortifiques tanto hombre! Pa eso ya lo hicimos sobradamente con los cilicios y controles de conciencia en el Betis.
    Si quieres, te mano una botella del “Vin de merde”, ¿te acuerdas? y brindamos juntos por estar vivos en este planeta de mier…
    ¡Venga!

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  2. La verdad es que no soy muy consciente de ésa condición mortificada unida a la opus.

    Creo saber de dónde nace, pero nada serio.

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