Estoy leyendo la biografía de Benedicto XVI. Un hombre que sorprende su alma de niño. Aún lleva con él, donde quiera que va, dos ositos de peluche.
Y lo que más me sorprende es que nunca planeó nada. No se propuso meta alguna que alcanzar. No era como un jefe que tuve , viciado por la codicia, que me aconsejaba " dedica todos los días quince minutos a pensar en cómo ganar más clientes. Yo lo hago". Que lo hacía no me cabía ninguna duda. Y lo que pensaba es en ganar más dinero.
Un pobre hombre.
Este personaje hablaba también de la muerte. Mucho. Y siempre unida a un juicio donde espera un Dios veterotestamentario. Y me decía que había que evitar ir al infierno...." hay que tener las cosas del alma en orden.
Este hombre no se ha movido un ápice en su fe y en sus creencias de infancia. Está forrado, tiene una inteligencia práctica para ganar dinero muy notable , sin embargo, lleva en su interior un niño vestido de primera comunión.
Pero su fe, ay, se le ha quedado pequeña, y le estallan las costuras de ese traje, que rompe por todos los lados.
Uno tiene una visión escéptica sobre la posibilidad de hallar la verdad. Estoy convencido que los grandes misterios, como la existencia de Dios, superan la capacidad de comprensión de mi pobre cabeza, aunque no de mi corazón. Busco. Quiero amar. No me parece una desgracia la duda.
A Benedicto XVI tampoco, por cierto.
El otro día , hablando con uno , creo que me lee, así que omito su nombre, alardeaba de tener las ideas muy claras...al poco rato no tardó en levantar hogueras para combatir a maricones, lesbianas, y toda una fauna que me temo también tiene en su familia.
Pero no lo sabe. O no quiere saberlo.
Este tiempo extra que se me ha concedido - estoy en tiempo de descuento - me está sirviendo para intentar entender qué es eso del buen vivir. Y pienso que se trata no de grandes pasiones , o de renuncias heroicas, sino estar en los placeres sencillos. Cuando nació Jesús no se dijo " sed felices". Fue "sed buenos". Paz a los hombres de buena voluntad.
Si eres buena persona, serás feliz.
Vivir bien incluye necesariamente morir bien, pues la muerte es el destino final de todos.
Todos nos hemos enfrentado a la muerte muchas veces. Unos más que otros. Hay quien ha tenido pérdidas de bien joven o ha padecido enfermedades raras, incurables. Vivimos muy cerca de fronteras dramáticas. Sin embargo, la muerte no es un mal, sino un aspecto de la vida y una necesidad.
Cuando la madre Teresa falleció alguien dijo " ahora sí estamos solos en este mundo". Así nos ha sucedido a todos cuando se nos han muerto quienes queríamos. Montaigne escribió desolado al morir su mejor amigo : "Desde el día en que le perdí no hago más que arrastrarme lánguidamente; y aun los placeres que se me ofrecen, en lugar de consolarme, redoblan mi dolor por haberlo perdido. Estaba tan hecho y acostumbrado a ser en todo uno de dos, que ahora me parece ser solamente medio".
La verdadera sabiduría consiste en no tener miedo de morir, pues no hay otra forma de vivir bien y felizmente. Por eso, este hombre que escribía al principio, el ricachón, me parecía un desgraciado. Tenía miedo de Dios, de la muerte, del juicio.
Me cisco en los que identifican la virtud con el sacrificio y la abnegación. No se vive para sudar sangre, sino para disfrutar.
Ahora que sé que comienza la marcha atrás veo que que debo disfrutar de las cosas buenas y nobles. Y con los míos. Es lo más sensato. La muerte no se olvida de nosotros y puede aparecer en cualquier instante así que, ¡vivamos!
Alguien hace poco me hacía ver que la muerte no es un enemigo que se pueda evitar. Saldrá a nuestro paso antes o después. Solo hay una forma de oponerle resistencia. Frecuentarla continuamente, acostumbrarse a ella.
Los egipcios en mitad de los banquetes exhibían un esqueleto, invitando a los comensales a disfrutar de las viandas, pues algún día —quizás muy pronto— solo serían polvo. Pensar en la muerte es un ejercicio de libertad. Nos ayuda a superar el miedo. Saber que la muerte no es un mal, sino un aspecto de la vida y una necesidad, nos libera de la angustia y el terror. Uno, desde que vio morir a Manuela , no ha habido día que no haya pensado en el día que me tocase a mi. Y cuando la neumóloga me dijo " fibrosos pulmonar" pensé " ya estás aquí".
La muerte es breve, casi un parpadeo. ¿Es sensato empañar décadas de vida por algo que dura tan poco? Lo único que me preocuparía es llegar al final y descubrir que no he sido sido feliz.
Como ese poema de Borges donde admite haber fracasado en lo esencial:
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz.
Y eso , si Dios quiere, no sucederá.
(Lamento otra entrada sobre el tema).
Puede "lamentarse" el lector; el escritor, no.
ResponderEliminarDicen que es bueno ser rico pero no parecerlo ¿Se puede puede aplicar lo mismo a la bondad de la persona? Ser bueno y no parecerlo.
ResponderEliminarPor qué los hay, sobretodo en algunas sectas que conocemos bien, que parecen ricos y buenos, se empeñan mucho en ello. Y no son ni lo uno ni lo otro.