lunes, 17 de octubre de 2022

EL FLAUSTISTA DE HAMELIN.

Esta  foto fue portada de la revista Life en su tiempo. Es de un pobre  chaval, apenas quince años, con su uniforme militar, su capote. Las tropas americanas han tomado Berlín . Llora desconsolado. Llora como lo que es, un niño. 


Este niño de la guerra no ha  sobrevivido a los  grandes ideales.


Todo se ha venido abajo. El chaval fue incorporado  a la trituradora ideológica  ofreciendo  su alma a un hombre del que hizo un dios antes de darse cuenta de quién era el diablo. Seducido , quizás obligado, fue una víctima. Adoctrinado hasta lo indecible, coaccionado, intimidado, despojado de sus infancia  y adolescencia, arrebatado  de su hogar, entregado a menudo por sus mismos padres  al ogro de la esvástica.


Jóvenes como este  fueron utilizados por los nazis, que los convirtieron en sujetos de un atroz experimento social, reservorio de sus ideas abominables.


Hoy la historia se  repite.


Todos los días la terrible metáfora del Flautista de Hamelin  se vuelve a cumplir : ninguno de esos niños  volverá a ser feliz el resto de su vida.


Yo fui también un flautista. Con esto no digo que todos los que conmigo estaban fuesen flautistas, ni que todos los que siguieron mi melodía estuvieran abducidos. Eso no lo sé. Pero que yo era un flautista, sí. 


Me duele escribirlo. 




2 comentarios:

  1. Conocí flautistas como tú que seguían a los que les regalaban la flauta. Se te ve arrepentido. Los dueños de la flauta siguen a lo suyo, menos arrepentidos.

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