domingo, 23 de octubre de 2022

LOS ESTRAGOS DEL TIEMPO.

Voy a visitar a mi madre cada dos meses a Zaragoza. Ese  fin de semana acostumbro a pasear la ciudad y sus barrios. Recuerdo muchos rincones, y esa añoranza me ayuda.


En uno de esos paseos me crucé con un amor platónico  de adolescencia. Mi desencanto fue mayúsculo porque, como era previsible, la realidad no coincidía con el recuerdo ideal que él me había forjado de aquella mujer. Parecía un anuncio de Sherwin Williams " sus pinturas cubren el mundo".


El mismo fin de semana  reconocí y paré en la calle a un tipo de mi edad. Los dos fuimos  monaguillos en santa Engracia, y hacía cerca de cincuenta años que no nos veíamos. El  hombre me miró con rostro alzheimirzado, como intentando enfocar la memoria y la mirada, pero sumido en el desvarío. 


- ¡ Joder, con el pelo blanco y así...no te reconocí!


Tanto el estupor del que se reencuentra con una antigua novia como el del que recuerda todavía la imagen de un viejo amigo están justificados porque todos sabemos que el tiempo hace estragos.


Pero eso no es lo esencial. Lo esencial es cómo se ha vivido y qué se ha vivido. Santa Teresita vivió 24 años, estuvo gran parte de su vida en el interior de un convento y, sin embargo, uno se lee su  "Historia de un alma", y  comprueba que esa mujer tenía la experiencia de vida y el conocimiento de las cosas del mundo de cientos de prostitutas.  No hay que vivir mucho para entender el alma humana.


Me pregunto qué habría pasado si yo hubiera intimado con aquella mujer. Mi vida habría sido distinta y mi percepción de ella, también. 


Tiene gracia, cómo somos: Kierkegaard renunció al amor de Regine Olsen en vísperas de su boda y luego vivió toda su existencia con la convicción de que se había equivocado.


Nos podemos arrepentir de las cosas que no hemos hecho, pero nunca de las que hemos hecho como una apuesta personal. He cometido estupideces muy grandes, algunas de ellas aún me avergüenzan recordarlas,   y errores planetarios y, aunque pido perdón por ellos,   no lo lamento porque yo creía que era lo que tenía que hacer.


Para mi el  drama de un ser humano no reside en haber sufrido por haberse equivocado sino en no haber gozado por no atreverse a asumir riesgos. Sólo en lo incierto, en lo perecedero está el disfrute de las cosas. La certidumbre sólo produce aburrimiento.


Prefiero ser un pecador impenitente que busca a ciegas el sentido de la vida que ciertas santidades que se conforma con la seguridad que proporcionan los dogmas. No era el caso de nuestra santa Teresita. 


Hay quien piensa que sólo se conoce la felicidad cuando se  ha  revolcado en el cieno. De mi diré que sí, que  cuando me he sentido como un cochino me he acercado a la felicidad. ¿Por qué?: porque aprendes mucho: a pedir perdón, a volver a empezar, y a eso que aconsejaban los pasteleros cuando formaban a sus becarios , " ¡ déjalos que revienten a merengue!"


Una manera de llegar a lo más sublime es a través de lo más procaz, lo más animal que hay en nuestro interior. 


El pensamiento  abstracto, como a  Nietzsche, produce locura, la mística nos lleva al arrobamiento, y nuestro cuerpo a la verdad más profunda de lo que somos. Los que no somos inteligentes, ni santos, ¿ qué nos queda?


Lo que de verdad cuesta es reconciliarnos con la devastadora imagen que nos ofrece el espejo a los sesenta  años, que es cuando la cara se convierte en reflejo del alma y los estragos del tiempo triunfan.




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