domingo, 13 de octubre de 2013

EL PASADO : ALGO HE APRENDIDO


A veces me reprochan por qué hablo de mi pasado. 

No me refiero aquí, en el Barullo, sino en el trabajo, con clientes, compañeros. Les parece como algo impudoroso.

Puede ser. En esto cada uno es como es, y no creo que haya reglas universales. Cada uno hace y dice lo que quiere de su vida.

Yo la cuento porque, contándola, me explico y se me entiende muy bien.

¿Cuánta sabiduría, experiencia vital, esconde nuestro pasado? La respuesta más lógica sería que nuestro pasado atesora todo lo que ha aprendido en su vida. 

Hay personas que lo borran como si no hubiera existido nunca. ¿Cómo puedo olvidar 27 años donde uno hizo lo que hizo de buena fe, con unas experiencias enriquecedoras, unas amistades, bastantes, que valieron la pena, unas historias magníficas.

¿Que no todo fue bien?. ¡Pues claro!. Como a todos. O a ver si mi biografía es extraña al género humano.

De esa manera todo el mundo sabe a qué atenerse con uno. La gente entiende mejor  lo que pensamos de nuestras vidas.

Otros, que deciden borrar, olvidar, silenciar su pasado, parece que hubieran nacido ayer, y por ello se encuentran sin defensas ni recursos para enfrentarse a su vida actual.

Resulta comprensible que en un primer momento reneguemos de un pasado que nos ha resultado doloroso; pero si lo hacemos de forma permanente estaremos enfrentándonos a un presente con «las manos casi vacías», al menos vacías del aprendizaje que hubiéramos podido extraer de los acontecimientos que hemos vivido.

Y,¡hombre!, algo hemos aprendido.

Hay muchas personas que siguen cometiendo este error, y lo hacen casi sin darse cuenta, pensando que no quieren abrir viejas heridas; cuando la realidad es que éstas nunca dejaron de sangrar, porque nunca llegaron a cicatrizar. Ese silencio es nocivo y ponzoñoso. Es pan de rana.

Cuando han pasado años de un determinado hecho, y éste aún nos sigue doliendo, la causa no la debemos buscar en el hecho en sí, sino en las ideas que aún nos repetimos acerca de ese acontecimiento.

No se trata de un síndrome de Estocolmo, de decir que sí a todo, cuando hay cosas, muchas, que no tienen un pase. Se trata de no cortar esa raíces que llevamos en nuestros adentros y que explican muy bien quienes somos.

11 comentarios:

  1. Hemos tenido un pasado con algo en común. Guardini escribió en 1967 hablando de la adolescencia "aquí radica el gran peligro de ser seducido por aquellos que, calculando fríamente, utilizan la magnanimidad de la vida emergente para sus propios fines". No he cortado mis raíces porque solo así puedo entenderme. Por eso no quiero banalizar el hecho de los que utilizan la Iglesia para sus fines personales. Yo estuve tanto tiempo como tú y no quiero juzgar a nadie (yo también estuve allí, con toda la buena intención). Y cuando salí, como tú, no me lleve nada.. Pero me gustaría que esto se arreglase y que nuestro dolor sirva para evitarlo a otros.

    ResponderEliminar
  2. ¿Por que sucederá que frente a un pasado doloroso, unos se rebelan y reaccionan, para que no vuelva a pasar, y otros hacen todo lo posible para que se repita?
    El maltratado se convierte en maltratador, la que ha visto el maltrato no concibe la vida sin ser maltratada...
    Tiene algo de misterioso, para mi no tiene lógica. Probablemente algún psiquiatra sepa de lo que hablo. Es como las peliculas en las que pasa el tiempo y descubrimos que el protagonista, un amante esposo y padre, ha sido un criminal nazi en su pasado. Es como de esquizofrenia mental.

    ResponderEliminar
  3. En cuanto a lo de la Santa Mafia, que era como lo llamábamos hace tiempo. ¡Menudo dolor! Considerar amigas donde no las había, ver que cuando no ibas por el camino trazado te estabas condenando. Todo tenía un fin interesado. No se, no se yo si compensa tener ese tipo de experiencia. Son experiencias dolorosas y, lo que es peor, de alto riesgo. Muchos se han quitado de en medio, y otros no han levantado cabeza...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo no digo que "compense tener ese tipo de experiencia".

      No compensa, pero ya que la has tenido, pues habrá que ver cómo asumimos ese pasado.

      Es asunto muy personal, y cada uno se enfrenta a él como sabe, puede, o no.

      Yo defiendo no negarlo, y que no todo fue un desastre.

      Para mi tan mal resuelto está el que "se quita de en medio",o no levanta cabeza, como el Tomás López de turno que quiere aparentar delante de mamá, de sus examigos, de la misma institución , que no ha pasado nada...

      Sin embargo, no quiere que nadie le recuerde su pasado de numerario.

      Eliminar
    2. Si, Mauricio, supongo que se trata de sacar bien del mal, pero no todo el mundo puede hacerlo. Hay experiencias no aptas para todo tipo de sensibilidades o de inteligencias.
      Por eso es tan de agradecer este blog, porque, en cierto modo, ayuda a curar algunas heridas. Y tantas veces desde el humor, que no es poco.

      Eliminar
  4. Yo estuve años sin hablar de mi pasado opusino; no sabía cómo contarlo. Ya sí, ya me normalicé.

    Por ejemplo, anteanoche se lo acabé largando a una nueva vecina que aguardaba conmigo a que llegara el ascensor.

    —Hola, señora, ¿usted es nueva en el bloque, no…?
    —Así es; nos acabamos de instalar en el 6º B. Bueno, aún tenemos la casa patas arriba...
    —Ah, pues hubo un tiempo, hace años, en que yo no me hubiese montado en el ascensor con usted así al tuntún.
    —Huy, ¿y eso?
    —Por evitar ocasión tan propicia para aparearnos.
    —Caramba, le recuerdo que hablamos del sexto, no del último piso del Burj Khalife de Dubai.
    —Ya, ya… pero precisamente hablando del sexto nos decía que en ese asunto no había parvedad de materia y que era más pegajoso que el suelo de un Burger, y que si no obedecíamos por el camino reglamentario sufriríamos el rechinar de nalgas, o algo así.
    —¿«Nos decía…», pero ¿quién, a quiénes, dónde…?
    San Josemaría a sus hijos, a los que, por cierto, creía más que a cien notarios comiendo crespillos por el plano inclinado de las tres campanadas de la Madre Guapa en unidad de vida del burrito sarnoso haciéndose holocausto entre barruntos. Era en el Opus Dei. Pero eso ya lo dejé atrás.
    —¿Opus qué? Suena a banda de rock.
    —Es una secta. Una secta que, como todas ellas, se dedica al tráfico de almas. Pero es una secta grandota. Fíjese que para su fin, la trata de almas, no es que se conformaran con repartir caramelitos a las puertas de un colegio, es que montaron decenas de ellos.
    —Ah…
    —Bueno, ya está aquí el ascensor. Pase usted, señora, pase.
    —Esto… pensándolo bien subiré por las escaleras. Un poco de ejercicio no me vendrá mal…

    ResponderEliminar
  5. Luxindex, cuando iba por "crespillos" me partía de risa, al final ni te cuento (cuando he llegado a "barruntos" ya no tenía fuerza para nada).
    Al salir me dijeron que no tenía derecho a contar lo que había visto, eso mismo me hizo entender que TENIA que hablar fuerte.
    Besos de pétalos de rosa

    ResponderEliminar
  6. Anónimo 13:30, hay un tópico establecido (al menos yo lo considero así) que dice que tu experiencia opusina quien mejor la entenderá, o incluso sólo la entenderá, quien también la haya pasado. Pero mi experiencia es la contraria.

    Bien es verdad que recién salido de la secta te sientes más seguro con gente que domine la jerga. Incluso, si pasado un tiempo, lo que busca uno es seguir compadeciéndose de sí mismo, o echarse unas buenas risas de gotita de pipí, etcétera, entonces un exopusino es, sin duda, la mejor compañía.

    Pero después de eso, no.

    Después de eso (eso es el tiempo necesario según cada cual) esas conversaciones se atascan en unos distingos ridículos, en unos matices decadentes, que si don fulano hizo o dijo, que si don mengano se enfado muchísimo, ¡huy cómo se puso!, que si G. K. Chesterton, que si J. J. R. Tolkien, que si don M. A. G, que si fulanita era de lo que no hay, que si tal, que si cual… al terminar uno no sabe si dinamitar Bruno Buozzi Arrivederci Roma, 73, o volver salir de colonias a captar incautos.

    Pasado ese tiempo, llega el momento de ser, de verdad y por fin, los demás.

    Y los demás te entienden a la primera.

    Suso lo ha explicado cabalmente: hablarlo «en el trabajo, con clientes, compañeros». ¡Y con el lucero del alba si buenamente dispone de un ratito!

    Perder la encorsetada vergüenza, ese maldito temor: ¡volver a respirar!

    Cuando los niños pasan pavores nocturnos (esos miedecitos que a algunos les entran entre los tres y los diez u once añitos) hay una buena terapia (que me perdonen los especialistas). Ya de día, pasado de sobra el susto que tanto les paralizó, se les convoca y, poniendo una cara mucho, muchísimo, más seria que la que ellos traigan, se les pide que expliquen lo que vivieron o sintieron. Y se le atiende sin prisas. Incluso se les repregunta para que vuelvan sobre sus pasos. Y se les vuelve a atender. Llegado ese punto se comienza a bromear, pero con disimulo y tacto. Se les dice, por ejemplo: «¿Era el monstruo (o lo que fuera) así?». Y uno pone la cara más ridícula que pueda, pero muy serio siempre. ¿Ah, no? ¿No era así? ¿Cómo era entonces; podrías intentarlo tú?... Y el niño en primera instancia se concentra para intentarlo pero antes de lanzarse, piensa lo que piensa, y empieza a verse desde fuera. Empieza a ver lo ridículo del asunto… Al final se acaba entre risas.

    A mí al menos me funcionó.

    Quiero decir que no hablar de los pavores es la mejor manera de alimentarlos. Ellos lo saben; es más, ellos mismos lo sufren.

    Efectivamente, Pétalos, hablar fuerte del asunto es la mejor manera de acabar sin necesidad de hablar del asunto.

    ¡Respirar de nuevo, qué placentero!

    ResponderEliminar
  7. A mi me ayuda pensar que la visión de Dios que tiene cada uno se corresponde con la antropología personal. Parafraseando a Viktor Frankel: en Auswitch (el Betis) ¿dónde estaba Dios? y... ¿dónde estaba el hombre?
    Kant expresó el imperativo moral también como que son injustas aquellas acciones cuyos principios no soportan ser publicados. Bueno, todos sabemos quien no soporta que sus glosas o normas por las que se rige sean publicadas (tienen copyright). Yo lo tengo muy claro: no estoy allí porque no quiero ser parte de un comportamiento inmoral. Y así lo explico. Y lo dicho: sin juzgar a nadie.

    ResponderEliminar
  8. ¡Qué buenos los comentarios de hoy!
    ¡"De guardar como"!

    ResponderEliminar