martes, 11 de agosto de 2015

UN DESEO.

El vuelo 77 de American Airlines fue el tercer vuelo secuestrado como parte de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y fue estrellado deliberadamente contra El Pentágono, sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos.

Cuando se estrelló el avión  ninguna de las llamadas , de los sms   de  los pasajeros  del vuelo fue de odio o de venganza: fueron mensajes de amor  despidiéndose   de su gente.

Una mujer  soltera pensó  en sus últimos segundos de vida , de qué  habían servido  sus años  en la tierra. 

Cuando  se estrelló,  una gran parte del fusilaje  del avión saltó por los aires.

Una madre estaba con su hijo pequeño a unos kilómetros de allí  y vieron  arder  los restos del Boeing. Confundida con una estrella fugaz  la madre dijo al hijo:

- ¡Mira, una estrella fugaz!: ¡pide  un deseo, hijo!, ¡se te concederá!



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                                                         MI NUBE.

6 comentarios:

  1. ¿Pero qué son las estrellas fugaces más que restos de colisiones sin testigos y de explosiones silenciosas que yerran durante milenios por los espacios ignotos y que, cuando entran en la atmósfera –gracias a la cual nosotros inspiramos llenándonos de las cosas y espiramos alabándolas–, escintilan lanzándonos una última seña antes de hacerse nada?

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    1. Me gustó la idea de confundir el resto del fusilaje surcando el aire , y el niño pidiendo un deseo ...y la solterona desintegrándose por una razón que diera sentido a su vida.

      Una cursilada de verano..

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  2. Hoy estás muy poeta. La de "En lo secreto" también es una entrada sugestiva y veraniega.

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  3. Los atentados del 11S ha sido el mayor complot de un gobierno. Ha sido una mentira y de las gordas. Ha sido una verguenza y una operacion del terrorismo de estado practicado por el sr. Bush, quien deberia estar en el corredor de la muerte por ser el responsable de mas de 3.000 asesinatos y de haber provocado la guerra sin fin en Irak, Afganistan y todo el Oriente Medio. Y si no os lo creeis,mi rad www.investigar11s.org

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  4. A mí no me parece ninguna cursilada. En el fuselaje, incandescente por la explosión, saltando despedido por los aires, una tragedia humana causada por la sinrazón se convierte en un signo de esperanza en el futuro: una esperanza infantil, tan ingenua como sincera. Y esa pobre mujer, a la que tú llamas „la solterona“, ¡pensar que murió sin llegar a saber que precisamente ése era el sentido! ¿No vemos aquí toda la grandeza y toda la miseria de la vida humana?

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  5. La entrada de hoy, titulada „Un deseo“, me ha recordado otro asunto. Dejando aparte la cuestión de que, en realidad, nunca sabemos cuáles son verdaderamente nuestros deseos más profundos, y que esos deseos que son tan profundos para nosotros que ni siquiera los conocemos, cuando por una vez se cumplen, nos llenan de horror (éste es el tema del „Edipo“ de Sófocles, de la película „Stalker“ de Tarkovski y de „Los hermanos Karamazov“), está la otra cuestión de que incluso nuestros deseos más conscientes, cuya cumplimiento más anhelamos y por los que más fervientemente rezamos, a veces se cumplen ante nuestros ojos sin que sepamos darnos cuenta. En cierto modo, eso le sucede a la mujer de la historia de hoy, pero quiero poner otro ejemplo, esta vez de ficción, que siempre me impresionó mucho.

    En la película de Cecil B. DeMille „Los diez mandamientos“, como todos sabéis, Charlton Heston, en el papel de Moisés, cuando descubre su procedencia judía abandona el lujo faraónico (en el sentido más literal) y se une a la muchedumbre de esclavos a amasar barro con los pies. En un momento dado, un anciano judío cae exhausto y moribundo. Charlton Heston se arroja a él, lo sostiene entre sus brazos y le humedece la boca con agua. Yaciendo en los brazos de Charlton Heston, y mirándole fijamente a los ojos, el anciano expira pronunciando estas últimas palabras:

    „No me importa morir. Lo que más me apena es que toda mi vida he estado rezando pidiéndole a Dios que, antes de morir, me permitiera ver con mis propios ojos al liberador que nos ha prometido. ¡Pero Dios no me ha concedido ese deseo!“

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