lunes, 3 de enero de 2022

A.D.N.

Sabemos que el ser humano tiene poco más de 30.000 genes, pocos más que el chimpancé (cosa que algunos intuían), y el doble que la mosca del vinagre (eso no lo intuía ni Tarzán). Sabemos que posee 50 trillones de células y, dicen, que si todo el ADN se pusiera en fila haría 60 veces el trayecto entre la Tierra y el Sol. Casi nada.


También nos aseguran que el ADN es el archivo en el que se almacenan cuatro letras químicas esenciales con instrucciones precisas para la vida. Pero todo esto no es la verdad, al menos toda la verdad, ni siquiera la verdad más relevante. Somos algo más que todo ese mapa: somos libres y responsables. 


Nada está escrito de antemano por mucho que así lo profetice de cada uno cuando condena a la desgracia terrena, y quizá la eterna - a quien busca otros caminos honradamente y de buen corazón. 


Cuando determina a priori las acciones  según el código de un ADN muy particular, el suyo, que lleva inscritas las instrucciones precisas para ser feliz en esta vida y, después, en la vida eterna… ¡Ay, pero como rompas esa cadena de letras!: no vales ni un duro, ni dos pesetas. No vales nada.


¿Qué “letra” me saltó en la cadena del ADN para impulsarme a buscar una vida donde yo pudiera ser, quizás, mejor persona, mejor Suso  que la pedazo de cosa que estaba hecho?. ¿Qué letra saltó de esa cadena cuando me precipitó a un mundo sin garantías, sin nada más que pensar que las cosas “saldrán porque Dios viene conmigo”? ¿Fue la A (adenina), la G (guanina), la T (timina) o la C (citosina)? ¿O fue la I (ingenuo), o la C (caradura), o la T (traidor)?… ¿pudo ser la A (amor), o la S (sinceridad), o la C (confianza en Dios), o la M de Manuela , unas letras que los científicos más avisados, los listillos, y todos aquellos que creen que las cosas son como ellos las predican, no “ven” en el ADN, pero que ellas solas pueden revolucionar los 50 trillones de células que integran el ser humano. Una sola de esas letras, la A, hacen saltar por los aires todos los planteamientos más falsos, todos los intereses espúreos, todas las mentiras, todas las comodidades, todas las profecías agoreras y todas las tristezas.


Esas letras han hecho posible las mayores locuras de este mundo. Y por eso hoy, ahora, en algún lugar de este mundo alguien está quemando las naves.




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