sábado, 8 de enero de 2022

MADRES POLCULERAS.

Creo que si decir lo que se piensa es importante, también lo es pensar cómo se dice porque el resultado puede cambiar totalmente.  En los colegios que estuve, en todos, sufrí y gocé de unas madres que están allí y allá. Son universales.


Las madres porculeras.  Y que no se extingan. Que este nuevo mundo de tanta mami feminista y jodidamente estúpida  no nos prive del verbo despótico y de sus exageraciones, de su pulla, de su inoportuna indirecta, de su afectación y sus suaves tragedias. 


Uno , que ha sido prisionero con bola de esa mujer,  como hijo sólo quise escapar y mandarla a la mierda . 


Abandonar ese crío que ella se soñó.  Desperdiciar mi tiempo, mi talento. 


Cuando me hice del opus dei ella pensó que qué orgullo,  se veía completa , como una Pantoja  presumiendo de su Paquirrín . 


Luego resultó que salí rana . Y todo ese maravilloso príncipe resultó un globo desinflado.


Recuerdo a mis padres , sentados los dos en la sala de estar de casa , escuchando mis confidencias de mentiras, descubriendo cadáveres que vomitaba , exibiendo mi vida sin anestesia.


Les dije que seguía  siendo lo que siempre fui: la mitad. El mentiroso. El que escapaba de noche. El golfo que aparentó lo que ellos siempre supieron de mi.


Mi madre no fue el puerto en el que amarré mi barco de mentiras, mi madre fue la playa a la que llegué nadando tras el naufragio. En el lecho de su cadera , en la jaula de sus costillas. Regresé a aquel pacto de niñez. 


Lo diré más claro: no hice las paces con mis padres  hasta que no hice las paces conmigo mismo. No hace tanto. Los días son de mecromina. Las heridas son grietas en la piel, no abismos en el corazón que no hay manera de sondar. 


Los hijos somos gatos  auyándole a la luna en la terraza familiar . Los hijos somos plantas que amarillean pero perviven. Una oscuridad que da cobijo. Un milagro del afecto. Al final  siempre escucho a tu madre, a tu padre, que ya no está, pero que sigue allí. Porque ante la duda, las jotas del coche camino a Bielsa.


Tecleo y tiemblo. Dudo siempre. Mi madre y yo nos llamamos cada semana los sábados, o los domingos. Me masajea  sin necesidad de sacar los clavos de la caja. " ¿Qué tal te va?" .  Y en coña dice « Dale un beso a María José de mi parte. Supongo que te costará. Pero, anda, se lo das".


Y yo le contesto que bueno, que vale, que se lo daré.  Está de coña siempre. ¡ Noventa años!


De mi madre admiro muchas cosas, por encima de ellas dos: su sinceridad, que siempre es inesperada, y su terquedad de flor que nace en el asfalto, en las baldosas, en las paredes de casas abandonadas,  su asombrosa dureza, sus pétalos de diamante. 


Mi madre siempre empuña un martillo pilón, pero muy almohadillado.


Mi padre murió y todos los días hablo con él. Mi madre es mi tierra. Cuando la pierda, perderé mi tierra. 


Las cosas son como son. Mi madre lo sabe. Siempre lo supo. Ella es el estoicismo heredado de una familia de gente dura y pobre , el talento de permitir a las pequeñas alegrías paliar las grandes tristezas


Mi madre habla desde hace años como si fuese a despedirse , pero no hay manera. Dice cosas como  «Vive cuanto resista tu corazón». O "  esto va muy rápido, Suso, disfruta, pásalo muy bien , tienes mucha suerte".


¿Cuánto le queda a mi corazón?, pienso. ¿Hasta cuándo este motor mudo, este fantasmal latido? 


Cuando era pequeño tenía miedo la oscuridad y pedía  a mi madre al cerrar la puerta  de la habitación:


- Mamá, deja la   del pasillo abierta.


Y la luz era ella.










1 comentario:

  1. Que suerte tienes de poder besar a tu Mamá. Bésala, bésala, abrázala, dile que la quieres mucho, se que lo haces pero díselo, bésala, bésala.

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