viernes, 14 de enero de 2022

EL NIÑO GORDO.

En  el gimnasio van un padre y su hijo. Un niño gordo que mira sin ternura. Demasiado serio. Conozco  esa mirada . Ese crío está obligado por su padre a asistir al gimnasio y hacer  extenuantes ejercicios para quitarse unos kilos de encima.


No está enfadado, ni triste. Es una solemnidad de iceberg. Una ausencia estridente.  Le da todo pol saco. A mi me sucedió lo mismo el día que un  psicólogo le dijo a mi padre " agótelo".


Mi padre me llevaba de excursión  por decreto ley. Y una mañana que vio que tenía la costumbre de adelantarle en la última media hora , antes de llegar a la cima, y que el motivo era echar un cigarrillo allá arriba, solo.  Al día siguiente me puso unas piedras dentro de la mochila y me dijo " ¡tira!...a ver si ahora te sobran  fuerzas!".


Supongo que iría con la misma cara que ese chaval. En silencio, pero muy cabreado. O ni eso. Entonces sólo deseaba que ese hombre infartara y  me dejase en paz.


 El niño gordo parece ajeno al paisaje. Unos  balones se marchitan en una esquina.  Sus ojos no se apartan de mí. Yo rebufo mientras subo y bajo un aparato que me tiene echando el bofe.   Imagino su presente y sus futuros. Lo imagino volviendo a casa con el pesado de su padre . Lo imagino creciendo, buscando la manera de mandar a la mierda las piedras de su particular mochila. . Siempre así. Retorcidamente serio. 


La infancia es un desierto que, ya de adultos, imaginamos lleno de oasis. Pero recuerdo bien ese páramo. Las soledades y las dudas. Ese deber hacer como una noria que no dejaba de girar. Las rutinas. El vértigo de cada primera vez. La incomodidad del propio cuerpo, esa carne mudable. Ese sexo oscuro. Todos esos amores apelotonados y volátiles.  Los padres, el olor a tabaco, las voces por la ventana, las maquinitas, los miedos . 


¿Qué queda de esos niños en los adultos que somos? ¿Cuánto hay en nosotros de aquellos días de lluvia en el patio del colegio? 


El niño no deja de mirarme. Parece conocerme.  Quiero gritarle. Sé lo que te pasa. No sé nada de ti, niño. Aunque te conozco desde siempre. Guardo en el corazón algo que te pertenece. No me mires así. No puedo salvar a quien no quiere ser salvado. 


En esa foto en la que un niño gordo me mira. Un niño que soy yo. No quiero saber nada de ese niño y quiero saberlo todo. 


Al salir me acerqué a él . Sé que mañana comienza  curso y tendremos otro horario. 


Le he dicho que   hay momentos buenos y momentos malos. Y que un día verá que esoas horas del gimansio son de las bunas. Es la verdad, una verdad maravillosa  por su simpleza. Crecerás, y seguirás mirando así en otras fotos, con idéntica tiniebla. Mirando a un futuro que será de crepúsculo y azucenas. 


Una cicatriz en la conciencia. Esa dureza en la mirada, fruto del dolor y del cansancio. Siempre estará aquí, cerca de ti. Abrazado a tus  errores como a un tesoro.




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