miércoles, 12 de enero de 2022

EN EL GIMNASIO

Me da pena verme envejecer de esta forma. No puedo congelar el tiempo que pasó, ni siquiera el de hoy, el de ahora. 


Me he apuntado a un Gimnasio. Las razones son muy sencillas: estoy perdiendo agilidad. Un día sientes que hay muchos músculos que no mueves y que están atrofiados. Hago series de mantenimiento de brazos  , piernas, y estiramientos. Uno de los usuarios es un urco que tiene unos biceps , unos deltoides, unos gemelos , unos popliteos, y unos no sé cómo se llaman , que acojonan mucho. El cuello es como el de un caballo. 


Es guardia civil. Me dice que tuvo un accidente de tráfico muy grave y que tiene el cuerpo  lleno de hierros, placas, chips ..." cuando me muera podrá elegir entre enterrarlo, incinerarlo, o llevarlo al punto limpio"



Así cruzo los días, con pausa, con ese andar tranquilo del que no espera nadie. Estoy escribiendo un diario en estas páginas. Sois el candado que lo cierra. Sesenta años he necesitado  para aprender a irme de los sitios antes de que la cosa degenerase.


Eso es la jubilación.


Al terminar en el gimnasio , antes de ir al coche, me tomo una cerveza en un bareto. Allí acostumbra a estar un   borracho elegante,  de esos que se retiran al entrar  la noche dejando un halo de estrellas. Los que dicen adiós sin balbuceos. El mundo es suyo. 


Recuerdo cuántas «la última» en mi certificado de penales, cuántas cosas que no debí haber dicho, cuántas vueltas antes de de llegar al casa en Lérida , cuánta culpa encima en los últimos asientos del autobús. Porque he sido un alcohólico de aúpa. He bebido con manguera. Y he bebido porque estaba muy mal.


Pero, por dentro, ahora que veo en perspectiva, tengo la firme convicción de que el hombre que soy solo hubiera sido posible gracias a aquel otro  que fui, varado en la madrugada, pasando tardes  en la puerta del infierno, arrastrando su fragilidad, en calzoncillos, por la casa.  Revolviendo el cajón buscando Code-ferelgan.



En frente de donde aparco hay un cementerio. Es pequeño. Allí  rezo por esos que están allí. Hace tiempo que me ha invadido la religiosidad.


La religiosidad para mí no tiene nada que ver con esa que   conozco  muy bien . Esa donde personas llenas de miedo ante la muerte pactan una parcelita en el cielo. O esa cosa mecánica, supersticiosa, de cumplir estupideces sin sentido.


La religiosidad para mí es agradecimiento.


Agradecer por esta vida, por los árboles, por el cielo , por el agua, por la noche y el día, por las estaciones. Por mis padres, mis hermanos. Mi gente. 


Y , supongo, si algo nos dicen esos muertos es " ¡vive!, " ¡disfruta!"...¡aún estás a tiempo


No hay pena que no cure una sopa de ajo. No hay dolor que una canción no alivie. Vivir  es abrazarse a los placeres vulgares. Saber decir que no. Irse antes de que la casa se derrumbe. Abrazar a los tuyos. Enrojecerles la mejilla a besos.  


No quiero perderle el pulso a los días. No quiero que me metan un ocho a dos. No quiero crecer sin haber vivido. No quiero vivir sin haber llorado. Me duelen las rodillas. Siento que la vida es quebradiza.


Hacerse mayor, seguir siendo el incendio que prendí de niño.




2 comentarios:

  1. Pensaba que era Neruda, pero leo que es Borges. Creo que nuestra misión en la vida es no cometer jamás el pecado del que habla:
    "He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz."

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