Hay padres que parece que educan a sus hijos en un escaparate. En el mundo de la educación uno veía que todos querían lo mejor para sus hijos. Y eso está muy bien.
A un le han educado unos padres que, como todos, no nacieron sabiendo, pero lo hicieron muy bien. Y no gastaron un duro en cursos de padres , ni escuelas de no se qué . p
Hasta que llegaron los sacamentecas que se forraron acojonando a los padres y proponiendo escuelas de papis , rollos FERTS y cosas así. Ya sabéis a qué me refiero : esos progenitores que viven en una innovación constante, que aplican técnicas con nombres extrañísimos, que llaman permanentemente la atención del resto de padres que, sin mayor trascendencia, nos bebemos una lata de Mahou tibia mirando el cielo mientras nuestros cachorros se arrastran por el suelo o roban patatas fritas de la mesa de los mayores.
Mis padres no tenían un plan para sus hijos. Nos educaron como buenamente supieron. No sabían a dónde irán nuestras existencias.
Ojalá sean felices, vivan muchos años, amen y sean amados. Que la tristeza vaya y venga con el vuelo de las estaciones. Que caigan de pie . Que pierdan la cabeza si ganan, que se inflen de llorar si pierden. Que vivan con la plenitud de los fresas silvestres, con esos granitos rojitos , con la hermosura rebosada de sí mismos. Que combatan a la muerte con la única arma que tienen a su alcance: la curiosidad. Que se adentren en el bosque oscuro llenos de cruces de caminos . Que pierdan las migas que les dejaron sus mayores.
Que cave su vida con sus manos, se ensucien las uñas. Y que siempre sepan que sus oadres están allí, esperando, para lo que quieran.
A mis padres les importó nada que escuchásemos canciones que les parecieron horribles, o que nos encerrásemos en el cuarto y que el mundo no fuera con uno . Que me zambullera en la extrañeza. Que me suspendiera seis asignaturas por evaluación .
Ellos querían que respetásemos los adioses. Que anduviésemos solos al principio y luego ya se verá. En fin m, la vida con sus fragilidades y sus misterios. Con su incertidumbres y sus miedos. Como yo ahora, en esta búsqueda candorosa hacia lo que me queda . Como mis padres antes. Como los padres de mis padres primero.
Cada uno es libre de llevar a sus hijos por la senda que crean adecuada. He dado muchos consejos, y no sirven para nada. Creo que la honestidad es nuestro único compromiso . Saber, primero, quienes somos. Y luego intentar que tus hijos no dejen de tocar tierra.
Que vivan apegados a una realidad que a veces huele a mierda y otras a azahar, que a veces es suave como la piel de un bebé y otras veces raspa como la lengua de un buey. Ser padre no es un talento. Nada que demostrar. Estamos aquí y tenemos que entendernos, avanzar juntos, no fallarnos; esas cosas vulgares de ver pasar los días, hacer las camas, reír a carcajadas, terminarse la verdura, poner mecromina sobre las heridas.
La mayoría del tiempo no sabes muy bien qué hacer. Es en esa duda cuando brota lo que eres , a través de esa grieta crece la florecilla pálida. Hay ternura y deber y luego palazos de indefinición y también suerte o constancia, que vienen a ser lo mismo.
Y el carácter de los niños, que va calando poco a poco, como una gota que termina ennegreciendo el techo. Hay amor en casa y ya está. Los muñecos rotos van a la basura, pegamos los libros con esparadrapo. A la noche, cada uno en su cama. Pequeñas normas sin apellidos. Sin moralejas. No se saca un juguete hasta que no se recoge el otro. No aspires a más.
Que cada padre sueñe al gusto. Que se acumulen manuales de escuelas de padres en la estantería y que les den mucho pol culo a los pedagogos. Que bastante tienes con lo tuyo, como para tener que escuchar lo de ellos. No quieras ser el público cautivo de esos espectáculos paternales.
Yo me sé de uno (y de más de uno) que no le hará ni pizca de gracia tu opinión sobre lo que denominas "escuelas de papis". Y también me sé de unos cuantos que la entrada de hoy les sabrá a cuerno quemado.
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