Las estaciones de tren tienen algo triste, o así me lo parece. La de san Juan, que era un apeadero para ir a Viaró, sin ser una cosa del otro mundo, tiene mucha nostalgia.
Las estaciones son postales de adioses, de pañuelos , y de bienvenidas. De reencuentros. De maravillosas dichas. La alegría viaja con nosotros, sobre todo en la infancia, en la adolescencia, en la juventud, y fluye generosa a través de las ventanas de un tren.
Pero en la madurez la pena cae pesadamente a nuestros pies. Con la pereza de la lava , se amontona lentamente hasta sepultarnos. De ahí esa sensación de tiempo detenido que siento en algunos andenes.
También me gustan mucho las viejas estaciones abandonadas en vía muerta. No hay trenes que resistan todos los viajes.
La vida es un viaje en tren. Stazione termini. Y por más que uno ha vivido, personas que ha tratado, responsabilidades que ha asumido, amores que se le han ido de entre las manos, batallas pequeñas y fracasos gigantes, perdones fríos y venganzas calientes, idas, venidas y de nuevo idas; por más que las cicatrices se resequen y en mis ojeras se palpen las noches en vela, por más milagros que he creído ver, hay veces que la tierra, simplemente, me aparece como una puta bola que gira porque tiene que girar, sin que nada en su superficie facilite esa danza.
No se me olvida cuando dejé la obra y anduve por el mundo buscando trabajo, con sólo dos mil euros ahorrados , en que el mundo se me presentaba enmarañado y sin alma. "Que no se te olviden esos días" , pensaba.
El alma no sé lo que es, pero en su ausencia intuyo huecos, desconchados, un vacío que caracolea hacia dentro. El alma cuando eres pobre, cuidadín. ¡Cómo pesa!
Unos paseos de aquí para allá buscando trabajo , perdido entre este deber extraño y la perpetua tentación del abandono.
Hubo una época en mi vida en la que no lloraba por nada y ahora lloro por todo. Serán los años. «Mi alma está desasida de toda cosa criada», escribió San Juan de la Cruz.
Se van los años, se olvidan los días de gloria, de canciones, ese desparrame. En la estación continua la vida que fue. En mi maleta llevo algunos regalos mal envueltos. Siempre tengo esta sensación de volver, la tengo hasta cuando no he tenido ningún sitio al que volver. Hasta cuando se me murió Manuela y no sabía dónde ir. Es una maldición, la maldición del regreso.
Quizá os pase. Una relación incómoda con nosotros mismos, siempre en búsqueda de un puerto, y un blanquísimo entusiasmo. Voy donde me esperan, pero a veces deseo ir a donde nadie me eche a perder , a donde nadie me reciba. Un viajero sin vinculación con los destinos.
Estes frases me dan la vuelta como a un calcetín:
ResponderEliminar“Tarde te amé, Hermosura tan antigua y siempre nueva. Tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera. Y, mal formado como estaba, me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por Ti. Tú estabas conmigo mas yo no estaba contigo; me alejaban de Ti aquellas cosas que no existirían sin Ti.”
Agustin de Hipona
Paz y bien!
¡Bien!
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