jueves, 6 de enero de 2022

¡AY, PAVO!

"¡Ay, pavo!, " es una frase que dice mucho mi madre.  A veces me decía,  "como naciste en Navidad saliste pavo".


La vida  es una ventana con cordeles donde cada uno tiende lo que le da la gana. Hay bragas  y pijamas . Hay  miserias al viento imperio  y secretos  al descubierto . Es lo que usamos para vivir , pero expuesto así , colgando sin pudor. Cuando escribo  lo hago sin intención de  de nada. Echar la hebra .  A veces  es sólo un desahogo. 


Nací de dos familias muy distinta . Los de mi padre eran muy finos, muy estirados, muy de  "que no te saquen cantares" . Teníamos una tía que no tenía hijos y de ve en cuando nos invitaba a pasar con ella unos días. Su gran preocupación era que hiciésemos pipí. 


- ¿Habéis hecho pipí ya? - preguntaba.


La pobre era muy buena , pero tenía vocación de señora cornuda que acepta su condición hasta quedar , la pobre, con una sonrisa sin futuro - y lo que es más triste- sin pasado. Se casó con mi tío, un gañán con bigotito a lo Clark Gable que pegaba unos repasos a las mujeres que pasaban por allí  desde la matrícula hasta el chasis. 


Un día mi tía se vino a casa con mis padres con intención de separarse. Yo era un canijo. Lloraba y lloraba la pobrecita. Jipaba. Pero vino su hermano mayor, otro tío, el responsable - un mamón- y le obligó a seguir con Clark Gable.


Al marcharse de casa dijo : nunca más volveré a hablar de mi matrimonio.


Y así fue. Murió con Clark.


Pero el asunto de hoy era el pipí, y las diferencias familiares. Ya digo que mi tía nos obligaba a hacer pipí antes de acostarnos. ¡ Pero lejos de ella entrar en el lavabo con nosotros!


- ¿Has terminado ya, Susííííínnn?


En casa de mi madre la cosa era distinta. Allí todo era más...¿cómo lo diría?...como napolitano.


Si el aseo estaba ocupado, mi abuela Micaela  me metía la pichita en una botella vacía de Casera. Allí orinaba yo, tan crío, tan redondo, tan ajeno a lo que sucedería después: al amor, al sexo, al opus dei , que conocería después , a baños suntuosos ,  a dobles vidas. 


¡Ay ,   la memoria!. Siempre la memoria como un compañero gamberro y salvaje.


Para entender el presente hay que entender el pasado, pero las preguntas de hoy no las resuelven  las respuestas de ayer. Cada tiempo exige  su renuncia. Cajas de lata  de dulce de membrillo llenas de cosas absurdas. Indios  rotos , sin arco y mordidos. O mi madre pidiéndome que vaya a comprar "una caja de cerillas, otra de mixtos, y otra de fósforos".


Y yo regresaba y le decía que la tendera se había reído diciendo  "ay, tu madre, cómo es!".


Y mi madre decía " qué pavo eres!"


La niñez es un anestésico . Que estamos embobados con aquella felicidad frágil y maravillosa. Que las cosas de la vida adulta nos arrojan a aquellos brazos firmes. Las manos de mi madre  son como las raíces de una higuera.  Y su voz  y la de mi padre cantando a dúo en el coche.  El verano en Bielsa. Todos estamos en esto. En esta comunión perpetua. Está bien así, porque zambullirnos en nuestros propia yogurtera  es un arte noble. Creemos que nuestras vidas, como nuestros amores, como nuestras canciones, como nuestros libros preferidos, son únicos. Que se elevan sobre lo cotidiano. Que alumbran a los demás. 


Y eso está bien  porque: ¿Qué sería de nuestra existencia si fuéramos conscientes todo el rato de nuestra vulgaridad? ¿Qué sería de nuestra existencia si llevásemos  nuestra contradicción, nuestra mierda, nuestra doble y estúpida vida  y nuestra futilidad a todas partes?









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