Me saca de quicio la frasecita " de esta, saldremos mejores, saldremos juntos".
Mis cojones. Da uno un paseo por la calle y se fija en los demás, en sus cosas raras, sus vaivenes, sus indecisiones, sus temores. Náufragos agarrados a tablones tras la tormenta.
Andas por este país y está repleto de cartelería " se traspasa", " se alquila", " se vende". Hasta hay gente que tiene cara de eso, de alquilarse, o de traspaso. Somos locales cerrados. Ajenos al fragor de hace nada.
Cocinas cerradas. Columpios vacíos. Parques llenos de mierda. Hay que compartir los pesares. Agarrarse a las atrofiadas alegrías que aún la Netflix guarda para nosotros. Seguir como si no pasara nada. "Si te mean di que llueve". "Yo no me hundo, yo buceo". Todo pasa. Esto también pasará.
Los que mandan han demostrado su incapacidad, así que confiemos en el tiempo. O en la Providencia. Ese chamán tribal y pendenciero. El paso de las horas y los días y los meses y los años.
Los que nos gobiernan están empeñados en hacernos creer que vivimos en una sociedad de ambientes , de aromas deliciosos. Nos quieren felices. Pero , en realidad, nos hemos quedado encerrados toda la noche en el laboratorio de una empresa de perfumes, entre matraces y probetas burbujeantes que expelen aromas florales químicos. De la perplejidad se pasa al miedo. Del miedo se pasa al pánico. Y abren la puerta al día siguiente y salimos a la calle gritando " ¡¡¡dadme a oler mierdaaaaa, dadme a oler mierdaaaaaa!!!".
Porque estamos hartos de tanto imbécil que dice " de esta saldremos mejores".
Creo bastará con entonar algo de Juan Lenon con los mecheros al viento para acojonar al hijo de Putin y al propio virus. Saldremos mejores por los cojones, efectivamente.
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