MUÑECAS RUSAS.

En el gimnasio hay rostros adultos que permiten adivinar al niño, al adolescente y al joven que llevan dentro todavía. 

Muchas veces me gusta imaginar los rostros uno debajo del otro, como sucede con las muñecas rusas.  Cuando estaba con Urelles me resultaba muy fácil imaginar al niño gordinflón y mofletudo que había en su interior. Con otros rostros me parecía muy difícil. Por ejemplo, Nacho Font ,  un cura que de pequeño tendría cara de mayor. O el hermano de Urelles, que de pequeño ya era gruñón y  viejuno. 

Otro ser que nunca conseguí hacerme a la idea de cómo sería de crío es Fidel Sebastián.  Siempre me pareció uno de esos personajes que salen en las pelis , niños inquietantes , muy seriecitos, pero como mayorcitos y  con rostro de señora con moño y medias blancas. Tiene la cara como su nombre, de cosa antigua, de orla del colegio de proctólogos. Allí, todo tieso, con sus gafas de seño que dice cosas como "otrosí" o "ut supra".

Otras señoras tienen rostro de María Ostiz, pero ya de niñas. Como señoritas prejubiladas en la guardería.

Con el tiempo el niño, el adolescente y el joven, que duermen superpuestos en nuestro interior, finalmente desaparecen. Ya sólo queda un tío que imita y quiere parecer mayor. 

Pero un día, muchas veces motivado por un cabreo imprevisto, o una decepción inesperada, el efecto de la muñeca rusa vuelve a funcionar, pero en sentido contrario. En el rostro del adulto comienza a vislumbrarse el niño que fue. Una vez, hace años, me llamó uno llorando como sólo lloran los hombres muy jodidos. Le había dejado la novia - se  había hecho numeraria en un UNIV - una gilipollez de la niña, a los dos días estaban triquitriqui en una habitación de un hotel otra vez . 

- ¡Coño, te estás tirando  a una numeraria!, ¡ que tiene que vivir el celibato apostólico!

- Pero es que estamos muy enamorados, joder, Suso.

Pero la nochecita  consolando al  niño me la chupe yo.

Otras veces es en sentido contrario la transformación: vemos al anciano que ya lleva en su interior, de modo que es posible imaginarlo con 60, 70, 80 años. A veces , dentro de un féretro con las manos atadas con un rosario de cuentas. Esta impresión la he tenido , y muy intensa, con directores  de colegios y de empresas con las que me he cruzado en la vida. Cuando se hunden, se apergaminan, de agrietan, se encogen, se giban porque las cosas no iban bien.

Con los ricos, muy ricos, he visto en  alguno instalado en las altas finanzas  el lejano perfil del crío jodido hecho a sí mismo, del chaval paleto  y lleno de complejos que ha trepado en un mundo de pijos niños mimados  Y, de pronto,  cambia la fase y en la cara de este ser inofensivo se instala la silueta de un puto  tiburón con tres filas de dientes en el paladar y así permanece  hasta que esta figura atroz va cambiando lentamente el diseño y se vuelve un honorable caballero, piadoso, que asiste a  Misa,  un anciano patriarca, de un benefactor de la patria. 

Eso lo he visto yo, y no diré su nombre.

Tu muñeca rusa puede desarrollar también los momentos más bellos del pasado y todos los retos del futuro. La niña de oro, que al madurar hasta los perros y los gatos se daban la vuelta para verla , será una abuela feliz rodeada de nietos. El  niño  que pescaba con su padre truchas a mano  en un río del Pirineo  se convertirá en un escritor del Barullo hoy,  y en un viejo soleado mañana. 

Dentro de cada un@ hay de todo.

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