La anécdota la escribí en una entrada .
Joaquín Romero, el alumno que acompañé en su enfermedad los últimos dos años de su vida. Iba a visitarle cada lunes. Padecía una esclerosis múltiple. Un hombre ejemplar. Un santo.
Una tarde me preguntó qué había hecho el fin de semana. Le conté la escapada que hice, y la excursión.
- ¡ Desconectaste!- me dijo.
- Pues sí. Mucho.
Me quedé mirándolo, postrado en una cama, atado a ella por su enfermedad durante más de veinte años, inmovilizado. Y le pregunté:
- Oye....y tú, ¿ cómo desconectas?.
Con una sencillez maravillosa me contestó:
- Cuando comulgo. Cada mañana cuando recibo a Jesús, desconecto.
Me sentí muy pequeño. Muy avergonzado. Salí de aquella habitación sin abrir la puerta, por la rendija de abajo.
Uno, que ha comulgado tantas veces, jamás entendió la comunión con esa profundidad, que es complicidad y amor. Jamás. Uno, que no ha entendido nada, que no se ha enterado de nada, ni entonces, ni ahora.
Una vez un sacerdote al que conté esta historia me dijo:
- Ha tenido usted mucha suerte de encontrar personas así.
Cuando terminé de leer el libro sobre "Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios" me dejó muy tocado una parte que trata de que en Dios no hay tiempo ni espacio. Nosotros vivimos inmersos, sumergidos en ellos. Y recordé a Agustín, un sacerdote mexicano , que cuando le conté que Manuela padecía ELA puso nuestros nombres escritos en una cartulina en el interior de un Sagrario.
- Los he puesto muy cerca de Dios Nuestro Señor: allí seréis muy queridos y entendidos.
Leyendo el libro recordé la cartulina y pensaba que en la Eucaristía está realmente Jesucristo. Allí es, con toda seguridad, el único lugar del mundo donde no hay tiempo ni espacio. En la Eucaristía se renueva el sacrificio de la Cruz- por eso allí no hay tiempo ni espacio.
Y ayer, lunes, día que voy a la Cruz Roja, hablé con una señora - se llama Amalia- y me contó cómo falleció su marido. Antes de expirar le dijo a su mujer que la quería, le pidió perdón, le encargó que cuidase de la huerta, pidió que le peinara para estar arreglado antes de que llegara el sacerdote, comulgó, y poco después falleció con una paz maravillosa.
Regresando en coche a casa , no sé por qué, uní todas estas historias - " ha tenido usted mucha suerte de encontrar personas así"- y pensé " ¡cómo me gustaría morir poniéndome guapo para presentarme ante Dios!".
"Quidquid recipitur recipitur in modum recipientis".
ResponderEliminarTodos hemos conocido personas así, quizá no hemos sabido apreciarlas por no darnos cuenta. La diferencia entre mirar y ver.
Oscar Wilde decía que el cínico es el que conoce el precio de todo y el valor de nada.
PS: no tiene nada que ver con la entrada, pero el otro día leí una entrevista a un señor que se ha intentado suicidar catorce veces (tiene cincuenta y cinco años y cinco hijos) y nunca lo consiguió. La entrevista era para presentar un libro que ha escrito sobre el suicidio, claro.
https://www.lavanguardia.com/lacontra/20240406/9588949/mi-primer-intento-suicidio-seis-anos.html
Es como el día de la marmota.
EliminarEn Valladolid había un farmacéutico, que conoce el autor del blog, cuando pensaba que su mujer le ponía los cuernos amenazaba con suicidarse. Siempre iba al mismo lugar y esperaba a que llegase la policía desde lo alto de un puente.
EliminarLleva cuatro intentonas
Creo saber quién es. curioso ejemplar
EliminarRealmente, la frase que buscaba es de Chesterton: "el vulgar es el que pasa junto a lo sublime y no se da cuenta".
EliminarCasa más con lo que quería decir: todos encontramos a gente así, pero debemos tener la sensibilidad de darnos cuenta. Todos hemos tenido "mucha suerte de encontrar gente así".
En fin, como también dice Oscar Wilde: "la mayoría de gente no vive: existe".
Pienso que lo que más nos impide mejorar es que enseguida estamos contentos de nosotros mismos y dejamos de tener interés por la vida y sus personas.
EliminarSanyi, leyendo lo que has escrito me acordé de una frase " hay quien es incapaz de ver el dolor teniéndolo delante"
EliminarQué bonito lo que escribes! Debió de ser duro perder a tu mujer por el ELA, cuánto lo siento!
ResponderEliminarSe despidió de una manera maravillosa.
EliminarGracias 🫂
¡Jodo!...gracias.
EliminarNo quiero tocar los Cjnes... pero me interesa mucho la teología sobre la Presencia. Creo q nuestra cultura católica ha exaltado especialmente la Presencia Real como distanciamiento de los protestantes, olvidando la presencia igual de real (aunque distinta) de Cristo en nuestro espíritu. Y esa convicción lleva de un modo más potente a vivir la caridad con el prójimo que es Él mismo. La adoración eucarística a veces es un refugio para pasar un huevo de la peña. Adoramos a Jesús "adorando" a cada persona. (Especialmente adorando al que huele mal o al hater de turno, el que toca los cojines con vehemencia). Y de eso podemos prescindir con la otra adoración.
ResponderEliminarNo digo que todo esto sea una excusa y que se trate de vivir la caridad como decreto legal, pero sí que puede dificultar la profundización en la transformación a la que nos llama Dios. "No soy yo quien vivo, sino que Cristo vive en mi".
Que ustedes lo pasen bien 🚴🚴
Usted también. Me parece que no es incompatible las presencias que habla. Hay más. En Dios nos movemos, existimos, y somos.
EliminarDescanse.
Respecto al suicida: yo creo que existe una vocación al suicidio. Judas la tuvo
ResponderEliminarEste año se cumple el centenario del nacimiento de Marlon Brando. Por eso, quiero ilustrar el tema del "morir con clase" con la última escena de "El último tango en París". Aunque en su época esta película fue escandalosa por un par de escenas que hoy ya resultan inofensivas, lo cierto es que la interpretación de Brando es memorable, por ejemplo en el monólogo que recita velando el cadáver de su esposa, que se ha suicidado, o cuando se concentra inhalando la ranciedad de los objetos de la buhardilla abandonada. En la escena final, su amante, sintiéndose acosada, le dispara un tiro. Brando, sabiendo que va a morir, sale al balcón y, en el último gesto de su vida, se saca de la boca el chicle que está mascando y lo pega en la barandilla. Después de que toda su vida ha sido un desastre, al menos que, cuando le llegue la muerte, no lo encuentre masticando chicle.
ResponderEliminarGracias, Quilombo. Es usted balsámico y , como siempre, acertado y original. Buenas noches.
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