Me contó alguien que estaba allí - era de quién dependía el negociado de la concesión- de la enorme preocupación, los desvelos , las angustias que José Bono tenía para que se le otorgara un distintivo que anhelaba más que nada en el mundo: una banda azul de no sé qué orden que le daba en el protocolo oficial un puesto de honor en el currículum de los pavos reales del mundo.
Es costumbre al terminar un servicio al Estado, o en cambios de Gobierno , conceder medallas , condecoraciones, bandas , en fin, chorradas, a algunos de los principales.
Se le concedió.
¡Es la vanidad !
Nos sirve de paradigma éste bufón.
¿A cuántas familias, a cuántos individuos arruinó la fatuidad de la codicia de títulos, condecoraciones y ceremonias? Buscando un doctorado honoris causa, un marquesado, un puesto en la Real Academia de no sé qué, un homenaje, un ser invitado a un club selecto a impartir una conferencia, un puesto en el palco de la Ópera, tratar de escribir un artículo semanal en algún periódico sobre temas infumables, o en el Barça o Real Madrid... o ser nombrado Caballero del Santo Sepulcro.
¿Cuántos nobles o nuevos ricos hipotecaron sus propiedades y arruinaron el futuro de sus familias por gozar del favor del soberano, del político, de la Banca? ¿Cuánto ingenio, esfuerzo y dinero se invirtió en la tarea de alcanzar ésta o aquella distinción, incluso a costa de abandonar tu familia por una señora de mejor ver que complemente tu estupidez?
¡Cuantos gastos en cochazos que digan de tu posición! ¡Cuánto dinero fue a parar a las cuentas corrientes de los genealogistas, y chantajear voluntades para demostrar que tal o cual familia descendía del Marqués de Chorrapelá!
¡Cuánta pasta en papeleo, en comprar voluntades, en aparentar, en inclinar servil la cerviz! ¡ Cuánta felación!
¡Cuánta memez, cuánta gilipollez, cuánta sandez, cuánta bobada y ridiculez para nada!
Es la conchabanza de los petulantes.
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De caballeros del Santo Sepulcro (sin intención de ser cruel) me vienen a la memoria dos personajes: Manolo Cociña y Don Fidel
ResponderEliminarLo de " cruel" sobra. No todos lo entienden.
EliminarSer caballero no es ninguna crueldad.. Es otra cosa.
Pues sí. Más que cualquier vanidad, un camino de campo, la lluvia sobre el verde intenso, nubes de plomo azulado que lo cubren todo, la bendita soledad tan habitada, la paz del ahora… Más que cualquier vanidad esclavizante.
ResponderEliminarPRISCILIANO
A riesgo de que ya lo conozca le recomiendo muyyyy vivamente y con intensidad leer el libro" La utilidad de lo inútil". De Onldine. Msravy
EliminarEl libro es genial, viva el arte
Eliminar"La utilidad de lo inútil" no es una lectura inútil, sino útil.
ResponderEliminarGracias, D. Suso: buscaré ese libro
ResponderEliminarConocí a Bono en la mili, hace décadas, haciendo los dos y algunos más las prácticas de milicias.
ResponderEliminarA los veintipocos ya era un miles gloriosus de libro: fantasioso, fanfarrón, sobrado y fantasma, y por otra parte, muy divertido tomando unas cañas. No era mala persona, ni mucho menos, pero tampoco nos lo tomábamos en serio.
El Bono actual es aparentemente una evolución del Bono joven, aunque su armario con cadáveres debe estar bien surtido. No se llega gratis a presidente autonómico y a ministro de Zapatero.
El nombramiento de ministro de defensa por Zapatero fue muy comentado en su época, Bono fue rival de Zapatero para optar a la secretaría general del psoe. Se impuso Zapatero por la mínima, pero se dijeron de todo en la campaña.
Creo que Zapatero aplicó la máxima de "mejor que esté dentro meando hacia fuera que fuera meando hacia dentro". Cosas de políticos.
Actualmente es dominicano, además de español. Como Felipe González y otros millonarios exprogres.
El misterio de Bono, para mi, es si es o no es gay. Lo vi una vez en la estación de Atocha junto a un ser humano, y en fin....y no lo escribo por saber su condición sexual, sino por las mentiras que este hombre ha debido de soportar.
EliminarAquel día me dio mucha lástima.
Desde que leí los precios de los caballos de competición de su hijo, y la instalación hípica por Toledo, hay una palabra que sobresale entre todas: L———on
EliminarTrato a diario con gente que cree que su familia tiene un pedigrí diferencial lo cual es un eufemismo para decir mejor. Nadie se cree diferentemente peor. Este es el mismo mecanismo de los Puigdemont, Arzallus y demás Mengeles. Mas vale que luego me paso por el barullo y aqui la gente se toma su caña sin dar por saco con el apellido. Algún marqués habrá pero se le soporta.
ResponderEliminarDe acuerdo con el código de claves del bar Ullo debe decirse Santo Prepucio (no Santo Sepulcro).
ResponderEliminarEl tema que nos propones hoy es interesante y complejo. Nadie está inmune a la vanidad en una o más de sus miles manifestaciones: por ejemplo el deseo de reconocimiento por estatus social, apariencia física, poder económico o superioridad intelectual. Por un lado hay formas ridículas o tragicómicas – como los parvenus en la entrada de hoy que se gastan un pastón para ensenar o aparentar un estatus- que, en su idiotez y superficialidad no son quizás tan graves. Por el otro hay la vanidad intelectual: si bien sabemos que la promesa del “eritis sicut dii” llevó al grado sumo de la gravedad, es también verdad que el deseo de conocimiento y reconocimiento puede motivarnos a salir de la mediocridad, a mejorar, ser más disciplinados y tener sanas ambiciones. Aunque tenga que pensarlo mejor, es posible que la vanidad tenga un lado positivo y que exista un equilibrio. Es decir: ser conscientes de nuestra vanidad sin dejarnos dominar por ella, puede tener legitimidad y ventajas.
ResponderEliminarOdiseo, del que ya escribí hace poco, es para mí muy buen ejemplo para analizar la vanidad y sus límites. Su deseo de explorar, de probar su ingenio y superar desafíos tiene aspectos atractivos y, a mi manera de ver, ostenta una forma de vanidad legítima. Aunque, cuando esa confianza en sí mismo lo hace desafiar a los dioses—como cuando se burla de Polifemo revelando su nombre—se convierte en hubris, el orgullo desmedido que atrae la ira divina y sufre las consecuencias. La version pagana del "eritis sicut dii"
En esta (hipotética) área gris entre la vanidad intelectual legítima y la hubris son muy necesarias la prudencia y la humildad: el impulso legitimo a mejorar sin despreciar a los demás ni desafiar los límites de la ley natural se vuelve fatal cuando nos ciega, nos hace creer invulnerables o despreciar aquello que nos limita.
Yo creo que el deseo de vivir una vida digna que nos lleva a esforzarnos para ser mejores no sería vanidad.
EliminarHe buscado en la ética a Nicómaco de Aristóteles y califica a los vanidosos de necios e ignorantes “pues sin ser dignos emprenden empresas honrosas y después quedan mal. Y se adornan con ropas, aderezos y cosas semejantes, y desean que su buena fortuna sea conocida de todos, y hablan de ella creyendo que serán honrados”.
Un ejemplo sería la empresa de rehabilitación del marquesado de Peralta, para lo que se hizo una genealogía y se recurrió al Caudillo, que no podía decir que no.
Hoy el marquesado está extinguido, no ha sido reclamado, nadie lo quiere. Lo que se quiso tanto un día...... hoy es vacío, vano, pura vanidad, queda incluso mal. Nadie lo quiere.
Una de las cosas buenas del Balompié de Atocha del Norte son los antídotos que nos suministró para estar por encima de vanidades y otras chuminadas. Antídotos como el de ocultarse y desaparecer, la humanidad colectiva, el desprendimiento, no apegarse a las cosas materiales de este mundo...
ResponderEliminarYo precisamente donde ví más tontería fue allí dentro. En mi mundo, tales cosas no existían. Bailarle el agua a alguien por su procedencia, o por su dinero, o por su cargo, independientemente de que fuera un/a impresentable, eso sólo lo ví allí dentro.
EliminarSerá que yo procedía de otra galaxia. Una galaxia sin "nobleza" y sin gente pamplinera, ni falta que nos hacía.
Lo de la humildad colectiva... Vamos a dejarlo porque brillaba por su ausencia. "Semos los masmejores" era el lema nuestro de cada día. Los salvapatrias, eso éramos.
Humildad colectiva era una de esas cosas que se repetían y que lo tienes que interpretar por lo contrario: cuanto más se dice, menos es.
McC
Antídotos bien guardaditos en la vitrina para enseñar pero no para darles uso. “Humildad colectiva”? Para empezar y no terminar… en fin
EliminarEra humildad colectiva, no humanidad colectiva, imagino que cosas del corrector.
ResponderEliminarSobre el desprendimiento y no apegarse a las cosas materiales, en mis años en el Betis conviví con uno que tenia coche (aclaración, coche particular, no de empresa). Bien, las llaves de los coches, incluyendo el del susodicho, estaban en dirección como mandaban las normas de esa época (ignoro si sigue siendo asi ahora), pero magicamente ese coche solo lo conducía su propietario, y solamente él. Yo, sin entender nada de nada, cogí un dia las llaves (jueves tarde, creo recordar) para algo que me habían ordenado. Cuando llego al centro sobre las 20.30 me abre la puerta (por orden interna solo tenia llaves el consejo local y el sacerdote, los demás teníamos que llamar al timbre para entrar en nuestra casa) el susodicho y alargando la mano y sin tan siquiera decir el “Pax - In aeternum” acostumbrado me suelta:
- Las llaves del coche?
Y yo respondo:
- Las voy a dejar en su sitio, que es el cajón de dirección.
Acto seguido intenta quitármelas de la mano, yo lo evito y empiezo a andar rápido hacia dirección, sin saludar al santisimo ni nada para evitar un espectaculo en el oratorio.
Llego a dirección, toc-toc y sin esperar abro la puerta y a toda prisa digo:
- Pax, Ya estoy aquí, las llaves del coche.
Las suelto encima de la mesa y me largo mirando al susodicho.
El final de la historia viene durante la charla semanal cuando finamente me vienen a decir que los coches, que si tal que di cual para terminar diciendome que no volviera a coger ese coche.
Mi respuesta fue:
- Disculpa pero no entiendo nada. Tengo que volver a hacer el centro de estudios porque creo que lo que me explicaron allí es un poco diferente a lo ocurrido.
La respuesta, de nuevo, que si visión sobrenatural que si mas vida interior, aceitera, aceitera.
Como decia aquel, “asi ocurrió y así lo he contado”.
Y encima el coche era una autentica cafetera, para mas inri.
Ex bético, ahora sevillista
Lo de " no tener nada como propio", ja ja ja y ja.
EliminarGuiri, muy interesante el comentario que haces. Una pregunta (en realidad, dos): en todo esto cómo ves la categoría de inscrito? Conociste alguno y/o te rozó la posibilidad de acceder a dicha categoría?
ResponderEliminarNo, este encima era un Don Nadie sin pedigrí ni ocho cuartos que lo único que tenía era ese coche rollo Golum en El Señor de los Anillos. Pero lo mas acojonante de todo es que estaba como consentido y aceptado que era “su” coche y que solamente lo conducía él. Director, subdirector y secretario (y cura) mirando hacia otro lado.
EliminarPara mear y no echar gota (o volver al centro de estudios)
Ex bético, ahora sevillista
Seguramente tu también has conocido a Inscritos: el director (o quien ha sido director) de un centro de estudios siempre es un Inscrito. Lo mayoría de los cargos en una Comisión o Delegación solo pueden tenerlos inscritos. No creo que sea importante lo que opino sobre la figura de los Inscritos, un subconjunto del conjunto de los numerarios, o de los Congresistas o Electores, un subconjunto del conjunto de los Inscritos, tratándose de aspectos de la gobernanza de algo al que yo ya no pertenezco.
EliminarCiertamente, la existencia de estas figuras confirma que lo del “mismo puchero” es un cuento. En general un sistema de cooptación con cargos/cargas/privilegios vitalicios no me gusta por varias razones: el riesgo de crear una casta que se autoperpetúa; el riesgo que solo se designen clones y “yes men”; el riesgo de perder el contacto con los demás miembros de la organización que no se sienten ”representados” por lo que les gobiernan. La imposibilidad para el 99,X% de los miembros de escoger quienes les gobiernan; el riesgo de escayolar praxis de cuando la mili se hacía con lanza y no estar abiertos a incorporar nuevas ideas o prácticas. Etc. Etc. Para la mayoría de las organizaciones, en circunstancias ordinarias, creo que lo más efectivo sea que quien gobierna lo haga con un máximo de dos o tres mandatos de cuatro o cinco años.
El pobre estaría mal de la chola y habría que contemporizar... yo que sé.
EliminarMe he encontrado gente así.
Y me he encontrado con dires que dicen "quelevamosacé" o "con estos bueyes hay que arar"...
En el fondo, tratar de adaptarse a la realidad de cada uno -todos estamos grillaos de un modo u otro-, y no ir con el chuchillo del centro de estudios en la boca...
Como decía aquel monje, lo más duro de serlo es sobrellevar a los otros monjes...
Algunos acusamos al opus de rígido, otros de laso... en el fondo creo que acusamos al opus de aquello que nos tocó los cojones a cada uno, y no me excluyo.
¡Uf!, vaya tema.
ResponderEliminarYo es que hay cosas que no las entiendo.
Tener en gran concepto a alguien que es, no sé, catedrático, o premio Nobel, o inventor. Pues bueno. No que por fuerza vaya a ser buena persona, o capaz, o qué sé yo (lo he dicho muchas veces: la estupidez es compatible con absolutamente cualquier otra cualidad, no hay que dar nada por descontado). Pero en principio, algo habrá hecho para merecerlo. Si son logros, es de suponer que habrá estudiado y trabajado para obtenerlo.
Pero, ¿tener en gran concepto a una persona por su apellido? ¿Por ser dizque noble? ¿Por descender de la pata del Cid? ¿Porque su familia tiene dinero, o tierras, o lo que sea? Vamos, es que me pasmo.
Me parece... estupidez, precisamente.
McC
Pues sí, así va el mundo de los Sapiens. Si yo fuera marqués seguro que mis vecinos me saludarían de otra forma. Incluso la vanidad se puede santificar, por lo que hemos visto.
EliminarCuando uno trabaja mucho tratando de entender algo y logra leer algo con originalidad, creo que es normal que quiera compartirlo. ¿Es eso vanidad? Quizás sí, pero cuando has trabajado de forma constante toda tu vida y miras hacia atrás, creo que es más o menos normal, si se han hecho las cosas más o menos bien, alegrarse. A veces el ensimismado no se da cuenta que los demás pueden pensar que es un petulante vanidoso. Esa vanidad me parece normal, porque es fruto de algo que no es falso.
ResponderEliminarMe molesta mucho, cada día más, los que compran doctorados honoris causa y los presumen. Los que viven en sus mentiras, y hacen creer a otros que esas mentiras son realidades tangibles. Lo hacen porque piensan que es una especie de título nobiliario, que merecen no se sabe porqué. No tienen otra cosa para presumir. Esa vanidad que se trepa sobre la mentira no la entiendo y me parece ridícula.
Por otra parte no creo que sea algo negativo reconocer la verdad. El que canta bien, el que juega a fútbol y destaca, el buen comunicador, o el que escribe, no tienen porque pedirle perdón al mundo. ¿Eres bueno en eso? Pues sí... ¿Y?