Me gustan mucho los lugares abandonados, las casas en ruinas, los restos de sitios donde hubo vida.
Jesús aconseja que para rezar hay que ir a lo escondido. A lugares apartados. Al silencio. Allí está tu padre Dios. A todos nos habita un secreto en el interior. Como el grano de oro que contaba Tagore , que está en nuestros adentros. Ahí brilla, anónimo y escondido, parte de lo vivido. Nuestros fracasos y nuestras ilusiones. Nuestra culpa, nuestro dolor y nuestra felicidad.
No se me olvida. Fui un hombre que hablé mucho, que compartí, que me mostré desnudo delante de todos. Todo simpatía, sin pudor. Pero en realidad era un completo desconocido. Y cuando se abrió el armario de mi alma cayó el cadáver putrefacto , frío, como una glaciación donde nada puede florecer. Todo lo que tocaba lo embrutecía.
Por fuera era como una de esas masías, o pazos, con las contraventanas cerradas. Que por dentro se mueven silentes las muchas personas que uno es. El de las escapadas de la doble vida, el de los arrepentimientos histéricos, las lágrimas de dolor por lo que somos, el de la alegría pegadiza, el que mandaría todo a la mierda- incluso a uno mismo- , el que busca el amor de una manera zafia y desconsiderada.
Y que a pesar de la fugacidad de la vida , a pesar de la incertidumbre , a pesar de las prisas, hay algo allí dentro que nunca desaparece. Ese grano que aún podemos entregar al gran Rey. Esa "enfermedad que crece si es curada" del soneto de Quevedo, que eso es el amor.
Eso busco. Una caricia en la piel ajena. Eso es como abrir la puerta de esa mierda de casa que tiene mi nombre y decir " ¡anda, pasa!". Y sentirnos cómodos en un corazón que no es el de uno.
Somos mudables e imprevisibles. Pero hasta cuando nos vamos algo de nosotros queda.
Tengo un libro titulado "Él nos amó primero" (1 Juan 4:19). Está escrito por JB Torelló, es una recopilación de sus pláticas.
ResponderEliminarPienso que ahí está la cuestión, that`s the question.
El grano que podemos entregar al gran rey es la respuesta al amor inmutable de Dios, que siempre está en nosotros.
Olvídate de los desastres que has causado y que ya no tienen solución, que no podemos resolver pues no somos todopoderosos.
Interesante, pues se quiera o no, da cobertura no solo al mal pasado y sino al venidero.
EliminarSolo me queda la franja de en medio: si hago "algo" por amor sin perjuicio y con beneficio para todas las partes implicadas, pero me dicen que es pecado sin que yo sienta que lo es ¿limbo?
Por si acaso haga un acto de contrición, pero mi conciencia está muy tranquila con o sin.
Me gustó la entrada.
EliminarPero a mi, al contrario que e a usted . el pudor me parece muy importante.
Cuando amo, me olvido de mi persona; cuando rezo, no tengo ojos para mí. Algo parecido sucede con la muerte, en el morir. Y si pudiera pedir algo, pediría discreción : que nadie sepa que me he muerto.
Le confesaré un asunto que creo nunca he dicho. Mi impudor, ese ir a calzón quitado en muchos temas, el escribir sin muchas intimidades, no es por narcisismo, o por una vanidad desmedida y desmadrada, que también. Es porque intuyo que hay muchos lectores que les sucede lo mismo que a mi, o que han pasado por mis mismos errores, equivocaciones, fallos, y que al verse en espejo les puede ayudar a entenderse mejor, y que no es para tanto.
EliminarLo de escribir mi muerte en directo- algo que tengo pensado hacer- es por lo mismo. A mi me sirve, y pienso que puede ayudar.
Pero, en fin, siendo como soy, a lo mejor mañana dejo el blog y ya está.
A veces para rezar sólo hay que callar y escuchar; escuchar los ruidos de fondo de la vida, y sentir que está aquí. A veces, las propias palabras estorban, porque cuando las usamos nos damos cuenta que, aunque no queramos, nos las decimos a nosotros mismos, y nos sentimos loros del ego. Por eso el silencio es como la puerta de entrada de algo que se espera. Entonces él suele hablar, o bien con ideas concretas, o quizá como algo inefable que no sabemos traducir a palabras pero que se convierte en el timón de la vida. Cuando se le espera, siempre llega.
ResponderEliminarY puede que me vean solitario en un bar con una cerveza delante, pero quizá estoy en oración. O quizá estoy en la playa, y lo último que imaginaría cualquiera de los de mi alrededor es que estoy en oración; pero lo estoy.
Él está en los lugares más inesperados.
En la plaza de la iglesia, donde juegan los niños a la pelota suele estar él, aunque el cura salga de la iglesia enfadado con los niños y les eche porque jugar a la pelota en la plaza está prohibido; pero hay veces en que él se siente más a gusto en la plaza con la pelota y los niños que dentro de la iglesia. Una vez un sacerdote amigo de mis padres intentó charlar conmigo en una comida, y yo notaba que se hacía el interesante, seguramente porque mi madre le habría pedido que me convenciera de volver al rebaño, y se me quejó de los niños que jugaban a la pelota en la plaza, y me explicó como le sacaban de quicio; le dije que se pusiera a jugar con ellos, que seguramente Jesús de vez en cuando lo hacía, porque la oscuridad de la iglesia un ratito vale, pero Jesús está las 24 horas del día dentro, y a la tentación de salir a jugar, para una persona sana, no tiene sentido resistirse.
Leo palabras de Antonio Spadaro en el libro que me estoy leyendo ahora: “Dios puede estar en cualquier parte. No hay que encasillar a Dios y decir que está aquí o allí. (…) Puede encontrarse donde ni siquiera lo imaginamos; en los que no son ni cristianos ni católicos, por ejemplo.”
Una sacerdote, en mi adolescencia, me decía que un niño pequeño no bautizado era como un animal, que tenía el valor de una bestia, porque no tenía perdonado el pecado original; no sé si vale la pena que diga mi opinión sobre tales afirmaciones. Otras veces decía que si alguien que no se confesaba habitualmente, y se ponía a orar, no le servía de nada, Dios no lo oía; y que cualquier acto que hiciera, por bueno que fuera, no tenía valor ni sentido. Estas son las barbaridades que hay que evitar de creerse, se profese la religión que se profese. Dios no tiene que pedir permiso a nadie para entrar en el interior de alguien y hacer lo que le plazca.
Mi abuela, pocos años después de la guerra, se alejó de la fe católica que siempre había profesado porque a causa del hambre se tuvo que dedicar a una actividad condenada por la iglesia para ganar el sustento de su familia. Me explicó muchas veces ella que se le apareció un día la virgen y le preguntó que por qué ya no le rezaba; y mi abuela le respondió que porque era una pecadora que se había alejado de Dios; hacía sus truquiñuelas, sus pequeñas trampas, para ganar algún dinero y poder dar de comer a su madre y a su suegra; y la Virgen le respondió que le volviera a rezar, que se dejara de tonterías; no le dijo que estuviera bien o que fuera tolerable lo que mi abuela hacía, le dijo que le volviera a rezar, y fue amable y tierna con ella. Esto me contaba mi abuela; no sé que grado de veracidad tendrá, o si serán recuerdos construídos, o imaginaciones producidas por el sufrimiento de esa época, pero así me lo contaba.
PRISCILIANO
Gracias Prisciliano. Siempre he pensado lo mismo: Dios no necesita permiso para estar con cualquiera; y, para mí, una confirmación de esto es lo que se lee en el Evangelio de San Juan, cap. 14, 22-3: "Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?». Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él»."
EliminarMuchas gracias, Prisci. Entiendo a su abuela perfectamente.
ResponderEliminarYo estoy leyendo " La fuerza del silencio" del cardenal Sarah. Hay que leerlo a sorbos. Es muy potente. Un hallazgo.
Intuyo cosas, pero soy hombre con una hiperactividad y una imaginación que ya me gustaría paladear el silencio, que no es callar.
Creo que hay varias cosas en mi vida que nunca conseguiré alcanzar. Una es ese silencio. Otra es que no sé meditar. Para mi es imposible. También rezo muy mal.
Pero en otros asuntos soy muy bueno. No todo es la Champions.
“Solo existe lo que uno quiere que exista” decía no recuerdo quién. Y estaría totalmente de acuerdo, pues, se mire por donde se mire, nuestra mente es nuestro límite. Intuyo que el problema es cuando alguien quiere meterse en la nuestra.
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