sábado, 14 de marzo de 2015

ASCENDIENDO.

Llevo unos meses viviendo solo.

Lo primero que busqué  en esta soledad fue rodearme de un ambiente de  quietud. No de silencio, pues el silencio no existe.

Parece  imposible no oír nada.Una idea, por ejemplo,  no es silencio, ni se piensa en silencio, pues pensando nos hablamos.

Me desprendí de televisiones, busque la soledad paseando, eligiendo compañías, acostumbré a escuchar buena música de fondo, a veces apagaba todo ruido que me rodeaba, leí  sin cansancio y, sobre todo, escribí.

Pero fue aquí,en Tamahu, donde sin darme cuenta comprendí que todavía hay mucha grasa que quemar. Aquí ahora vivo solo de verdad.

Una mañana despiertas con un fondo maravilloso de trinos, o del sonido voraz de un rabioso chaparrón, o una coral de gallos cocoriqueando al mundo  con  una alegría contagiosa...y comienzas a vivir, a respirar  al ritmo de la naturaleza contemplada. Y no tienes otro objetivo que estar allí, desprendido de todo. 

Las cosas llegarán, no hay que hacerse más planes , ni   refugiarse en  ilusiones o proyectos escritos por otros,  ni  buscar  huir de los problemas cotidianos- que si los jefes, la hipoteca, ir a cenar con los menganos, pagar tal cosa, o no mandar a  la mierda a la hija.

No hay que escapar  de la brega diaria . No tienes que  adorar a otro ser, o fingirle devoción. No  hay que  esperar  tu  salvación de otra persona.

Esto, por supuesto, no sucede una mañana cualquiera, así, derrepenete, depronoto. Es un proceso gradual, imperceptible. 

Comes poco, porque es lo que hay. Te mueves en autobuses donde te sientes, y de verdad, uno más. Viajas cientos de kilómetros a velocidades preindustriales en caminos sin asfaltar. Te cortas el pelo en peluquerías con más mierda que el culo de un cheroki. Duermes en hoteles donde las sábanas tienen sospechosas manchas, no funciona el ventilador, hay tres cucarachas en el lavabo del tamaño de tus dedos, y que te extraña que no emitan algún ruido, silbido, o cántico (¿cómo pueden ser tan grandes y, sin embargo mudas?) .  

Asistes a unas misas cuyos sermones duran y duran, y duran. 

Partes con las manos la carne. Carne que a su vez ha sido troceada por las  manos (¿morenas? ) de una enorme indígena quetzí. Millones de hormigas asaltan la cocina  e invaden la basura  al dejarte en ella los restos de un yogurt.

Todo es relativo. No hay prisa. No hay mañana. Hoy puede que sí, pero también puede que  no. Y, la verdad, importa nada que salga bien o mal. 

Poco a poco te notas cambiado. Te conoces más y mejor. Ya no te haces preguntas imbéciles sobre el sentido de la vida, por qué soy así, en qué creo, si soy español , catalán , o qué cojones soy. Es más: ¿importa algo quién soy?

Sabes que  subes la montaña por una ladera, la que Dios  y el mundo que has conocido buenamente parece que te dan a entender. Y subes, y sudas, y quemas grasas, y muchas cosas van quedando atrás, y te desprendes del jersey, jadeas, bufas, y te quitas la camisa, y chorreas, y echas la llorona ,  ahora vas en pelotas, ¡fuera pantalones, abajo calzoncillo!...ya se acerca la cumbre.

Otros ascienden por otras laderas de la misma montaña, unos llegarán, otros no, como tú, como yo.

No sé si , exactamente, es así la historia, pero por ahí le anda.

3 comentarios:

  1. Pronto conocerás a las niñas fresas guatemaltecas, muy bellas. Casi tanto como las mexicanas. Hay mas Guatemala del que ves y debes conocerlo.

    ResponderEliminar
  2. Hola, Suso!
    Iba a decir que te envidio,... Pero entiendo que cada uno esta donde esta y punto. Si es cierto que tu asciendes sin mochilas y quitando lo que sobra cuando se requiere y otros vamos con mochilas, con personas y personitas, con hipotecas...
    A mi me sirve leerte para avanzar.

    Como va la coral o grupo musical?

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. ...conforme el señor alto ascendía la montaña, la nicotina acumulada en sus largos años de fumador estaba siendo expulsada de su cuerpo y de su mente.
    Era como un renacimiento interno, sin prisas y sin pausas.
    ...
    Tal vez si, tal vez no; tal vez quizás.
    Pero lo que ya siempre sería sí o sí, fue aquel intenso aroma que le rodeaba y que se le quedaría adherido para los restos.

    Un rotundo olor a libertad.

    ResponderEliminar