MADRE MÍA.

Madre mía, dedsde muy pequeño me enseñaron a estar muy pegadico a ti.

Me hablaron de ti como Madre, y me dijeron millones de formas de tratarte, como Madre, como Mar, como Señora, como Estrella, como Salud, como Refugio...¡Refugio!, ¿te acuerdas?, mi padre rezando el Rosario y parando en seco en esta jaculatoria, me miraba y repetía "¡Refugio de los pecadores, Suso!".

Él ya intuía que mi biografía...

Esta noche llueve  y me siento muy solo. Me gustaría sentirme pegadico a ti, pero   no creo que me escuches , porque no sé si existes.

Incluso si fueses una patraña, quisiera notar la corona de tus manos sobre mis sienes.  Quiero rezar y llorar, arrepentirme de barbaridades que he cometido, y de toda la basura que eché abandonada  en la parte de atrás del callejón de mi alma.

La alegría de ser perdonado por una caricia. Un pliegue de tu manto para llorar, y arrebujarme hecho un  ovillo en  tu vientre.

Poder llorar mis dudas, ¡son tantas! Y contártelas, aunque sólo seas una imagen de madera sorda y ciega, con rostro de Madre.…¡Cómo llueve, Madre mía!. Los perros ladran porque tienen miedo de la noche y del estruendo de los goterones al caer en la chapada de metal de estos pobres tejados.

Después de todo, ¿quién soy yo cuando no  rezo? Un pobre niño asustado del ruido de la lluvia y de mi mismo.

Madre, ven a buscarme, no me dejes, aunque no existas.