Leí una micro historia «del judío que fue al pueblo de Mezeritz no para escuchar al predicador sino para ver de qué modo éste se ataba los zapatos".
Eso es la ejemplaridad , la de verdad : los actos más domésticos de personas que no sólo predican muy bien de boquilla sino que son ejemplares.
Yo no soy ejemplar, o no en todo. Y , así como me cuesta mucho creer en la santidad, me rindo ante la ejemplaridad.
¡Eso es lo que necesitamos!: no somos ejemplares, y nos engañamos con las palabras , la propaganda, el celofán y los gestos demagógicos.
Al final, lo que nos enamora de algunas personas es, precisamente, “el modo en que se atan los zapatos”.
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MENDIVERTIADAS DEL DOMINGO
Tras visitar la Feria del Libro he resuelto volver a creer en la condición humana.
ResponderEliminarSiempre fui seguidor de las interesantes publicaciones de la editorial rusa Mir.
Cultura científica a ritmo de cabalgada de jinete cosaco. Puro conocimiento sin conservantes, ni aditivos.
Ayer, una licenciada por la universidad de San Petersburgo, tuvo la infinita paciencia de mostrarme los intringulis del famoso "construcciones geométicas con regla y compás", el cielo del conocimiento geométrico.
En la caseta de dicha editorial, la eslava, en un perfecto castellano y auxiliada por un pizarrín y tizas de colores, abrió el hemisferio izquierdo de mi cerebro en canal.
Paulova, que así se llama, tuvo el detalle de narrarnos el desarrollo básico del conocimiento geométrico, desde Pitágoras hasta los más recientes algoritmos que nos han permitido vencer al Everest del conocimiento, el mismísimo teorema de Fermat.
Fue maravilloso el uso que le daba a las tizas de colores.
En rojo las hipótesis, en amarillo los caminos previos a la Edad Media y en azul los razonamientos posteriores a un judío llamado Einstein.
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Como fácilmente supondréis, ante tal generosidad me vi obligado a corresponderle, invitándola en nombre del gobierno español a un paseo por el casco antiguo de la Villa y Corte, ampliando sus conocimientos sobre el jamón serrano y la cerveza fresquita.
Y fue alli, en un bareto de la calle Cervantes, viendo como la eslava disfrutaba con un generoso plato de pata negra, cuando volví a creer en la Humanidad.
Y en esos pequeños detalles que hacen que gentes de diferentes razas, costumbres y principios, podamos conversar tranquilamente.
Sin más meta que alabar la suerte de estar hoy aquí.
Fijåndonos en esos pequeños detalles de la Creación.
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Y pudiendo acabar la noche, echando unos bailables en un club de jazz.
Donde un negro tocaba la trompeta, como si anunciara la llegada del Salvador.
Me ha gustado mucho la entrada porque ilustra muy bien lo que quise decir con un comentario sobre el inductivismo y el deduccionismo. Los deduccionistas (idealistas) parten de principios generales ("pon amor donde no hay amor y sacarás amor", como escribiste en otra entrada de la que esta es el negativo), entre ellos están los marxistas o los nacionalistas, piensan que el mundo es inevitablemente como ellos piensan que es. Los inductvistas somos los empiristas, que partimos de los hechos: no me importa qué predicas, a ver qué haces, cómo te atas los zapatos.
ResponderEliminarNadie es ejemplar en todo, la vida es formal en un sentido, pero se concreta en actos que se suceden linealmente hasta su final. La opción fundamental tiene un sentido, igual que en la bolsa puedes encontrar una tendencia a partir de los precios de las acciones, en la vida también puedes encontrar una tendencia en esa sucesión lineal de actos concretos. Esa tendencia es la opción fundamental (que como se dice en Veritatis Splendor tampoco justifica la moralidad de cada acto).
Driver se sincero: la rusa estaba como un queso
ResponderEliminarResulta gratificante ilustrarse en los ámbitos etnológicos, que la mayor industria de nuestro país, el turismo, pone al alcance de nuestras posibilidades sociológicas.
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En romance paladín, la eslava estaba que se salía de los márgenes !, por emplear un símil acorde al entorno ferial.