La vida es un tablero de ajedrez . En ese tablero hemos sido colocados al nacer. Puedes ser un simple peón, en primera línea de combate. En la trinchera. Avanzas poco a poco, con esfuerzo. Algunos caen al primer movimiento.
Otras eres un caballo cabriolero y salvaje. O una torre , rígida, derecha a su objetivo. Una vida sin emociones, previsible. El alfil. La reina. El rey...qué más da: nadie elige su condición.
La vida tiene sus reglas, y sus trampas. Y sus tramposos.
La apertura es la fase inicial de una partida de ajedrez. El objetivo es obtener una posición de comienzo ventajosa. En caso de no poder realizarse con éxito, implicará una situación de inferioridad para el resto del juego.
Boby Fisher con tan sólo trece años , en la llamada “La partida del siglo”, sacrificó la dama en la movida 13. Un sacrificio en ajedrez es una exquisita jugada y una de las más apasionantes del juego, donde se ofrece una pieza al rival en busca de un beneficio mayor. Ofrecer la dama como en este caso, es el máximo riesgo y tentación para el oponente.
Al final en esta partida sabes que el adversario más peligroso eres tú. Cervantes escribió que "mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.".
El ajedrez es juego de dioses: ¡manejar a nuestro antojo un mundo en pequeño con todas sus figuras! Quién sabe si el mundo no será en resumidas cuentas más que eso, un gran tablero de ajedrez al que unos seres superiores juegan con nosotros como nosotros jugamos con las figuras del ajedrez.
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