sábado, 7 de octubre de 2017

EL BOSQUE EN OTOÑO

En la apariencia de los inicios otoñales todo parece igual. Pero poco a poco  el paisaje cambia. Por la tarde  cae  el  azul  del atardecer como un velo , y de    noche los cielos son más profundos, de un azul herrumbroso ,  como si los hubieran deshollinado. 

Las noches se enfrían y el aire se vuelve fino. El cambio se nota sobre todo cuando un buen día siente uno que  el pie que descansa fuera de las sábanas lo introduces  y te encoges y ovillas. Descubres entonces que ha llegado la hora de cerrar las puertas, de encender el calefactor , de buscar un rincón amable, recogido.

Ni el más imaginativo y aduaz pintor impresionista sería capaz de utilizar tal despliegue cromático como la paleta de Dios en Otoño: amarillos, ocres, naranjas, sienas, verdes que se apagan…Las hojas empiezan a caer con parsimonia y el rumor del viento en las copas parece invitarnos a que nos adentremos  en nuestro propio  interior.

Es tiempo de  hayedos, de  robledales, de choperas...es hora de ir a ver la parte  boscosa del mundo.

Por fortuna, ese bosque permanece a salvo dentro de ti con toda su pureza gracias a que ese océano  de  hojas caducas está en tu interior  . Sus ramas tan claras sólo eran el fondo alfombrado de ocres de tu memoria, y allí el viento arremolinaba la hojarasca jugando bajo el cielo. 

Como una aspiración de belleza, ese bosque  aún te bate el corazón. No llores por él. Si alguien llega diciendo que en aquel espacio luminoso de la infancia flotan hoy truchas con la tripa inflada  no lo creas; ni admitas tampoco que por allí ahora nada es tan puro como parece. 

Cuando aceptes esa desolación, también tú habrás muerto. Debes esgrimir todavía el bosque de otoño como un panfleto de la dicha que viviste, y mientras no encuentres la forma de luchar contra la muerte, será maravilloso utilizar como arma el sueño que hacía transparente el abismo. 

Puedes pensar en aquella chopera  que estaba pintada  de amarillos al lado del río Bernesga. Puedes imaginar esa senda entre Arroyo y Ciguñuela que se asomaba a la  Vega y en silencio paladeaste a cucharadas  un atardecer con ella.

En aquella travesía descubriste el amor, una mirada  femenina asomándose  a Simancas, y esa voz.

Niégate a creer que los ríos  están muriendo. El bosque en otoño  es una categoría de la mente, y dentro de ella las ramas y cortezas  seguirán talladas mientras mantengas muy limpias tus entrañas. 

El resto significa la miseria de cada día. 

Todo será aún tan hermoso como en los días claros de la infancia si no dejas que en tu interior esas espesuras desaparezcan  o que alguien te lo arrebate.






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