miércoles, 11 de octubre de 2017

EL CARRO DE HENO

Este  país  de envidiosos  disfruta  viendo ensañarse el mal en  las  vidas  ajenas.

¡Cómo  nos  regocija  viendo al corrupto entre rejas, o al rico  suicidándose  desde la azotea del Princesa Sofía, al pobret del Puigdemont  fen figa del Castell de la independencia!.

Esta alegría es una reacción primaria que surge de las vísceras . 

En este  instante , la vida pública española está a merced de los instintos. Es el tiempo de la venganza y  del "¡que se  joda!". Qué pena  ver esos telediarios  con el pueblo llano esperando en la entrada  de los juzgados y allí se explaya insultando a  la Casa Real, a  políticos y banqueros en su paseillo a la vista de los jueces. 

En la acera de los juzgados un jurado de ciudadanos  airados emiten su veredicto. Zarandean  los coches de estos tiburones, lanza escupitajos y blasfemias  con las venas hinchadas  mientras el famoso se abren paso entre  cámaras y periodistas.

He aquí la mecha de un barril de dinamita que está en el culo de todos. Porque aquí no se salva nadie. Conviene repasar  El Carro de heno de El Bosco. El tríptico , cuando está cerrado, presenta el tema del vendedor ambulante, atribuido.  Representaría así El camino de la vida, con un peregrino, una especie de ermitaño estoico acechado por los peligros del viaje, y que se resiste a las tentaciones.

Aíslate del mundo y sus tentaciones, del Diablo y su pompa. 

 Si lo consigues , verás que hay  tantos chivos como puñales. Da lo mismo  inocentes  que culpables. Todos preparados  para beberse la corrupción hasta sus últimas heces. 

No entres a ese juego, amig@, la vida  no es eso.




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