Me gusta viajar hacia ninguna parte.
Este julio y agosto eché a andar desde Igualada hasta Santiago , pasando por Matilla de Arzón. De vez en cuando, iba a una estación de autobuses y acortaba el itinerario. Andar, visitar, perderme.
También me chiflan las estaciones de tren . De bien pequeño disfrutaba viendo esas películas donde salían trenes de mercancías , como en Doctor Zivago, o en las películas del Oeste .
Se detenía en una estación de madera, en medio de un paraje desolado. Por un lado de la pantalla aparece un hombre anónimo , caminando con botas embarradas. Nadie sabe de donde viene. Descorre la puerta de uno de los vagones de ganado, echa dentro el fardo que lleva al hombro, se encarama de una zancada y sin billete ni salvoconducto parte en el convoy hacia un destino que desconoce.
Yo veía de crío esas escenas y soñaba con ser así, estar de polizón en un tren hacia ninguna parte.
Eso es lo que hice este verano, y así seguiré, ahora que puedo.
Ese tren de mi vida está todavía dispuesto a cargar hoy a un Suso capaz de meter el poco o mucho futuro que me quede en la mochila y de tomar, sin preguntas, la vida como viene. Me gustan aquellos autobuses de líneas rurales desgarrando con su bocina dolorida las noches de verano. Era una llamada desde la lejanía, que te invitaba a soñar con viajar a cualquier ciudad propicia para huir hacia la libertad.
Aquel expreso de medianoche sigue pasando junto a los muros de la cárcel que cada uno se ha fabricado y permite a cualquiera fugarse hacia un sueño.
También me gusta esperar el tren en un alto de vías cuando cruza la oscuridad con las ventanillas iluminadas. Y apenas ves desde el paso a nivel la silueta de los pasajeros ,
Viajo con frecuencia en el AVE a primerísima hora de la madrugada . Allí es frecuente encontrarte con mujeres solitarias con caras agotadas que parecen maldecir su destino. Algunas tienen la belleza de las ayudantes del mago en el circo. Esas que , hecho el truco, se adelantan a señalar al señor de la capa y el sombrero de copa, adelantando la garrica y sonriendo sensuales. Una sonrisa muy triste. Me pregunto para qué mago trabajarán.
Pero también esa mujer puede ser la pasión que puede llegarle a cualquiera inesperadamente desde el fondo de la madrugada con la única condición de desearla y merecerla.
Cada uno de aquellos trenes es hoy una metáfora de salvación ante el horizonte cerrado. Por eso voy de aquí para allá , hacia ninguna parte, hasta llegar a Stazione Termini.
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