Hace algún tiempo, cerca de Sant Sadurní salí disparado volando en el coche por un terraplén . Durante los breves segundos que estuve en el aire dando una vuelta de campana , sobrevolando la muerte , vi en el interior de la memoria toda mi biografia comprimida, iluminada por una brevísima descarga.
En el día de hoy puedo explicar la ráfaga eléctrica en forma de visión que experimenté antes de caer vivo e ileso al otro lado del barranco. Hay noches que la vivo como una pesadilla.
Mientras surcaba el aire y gritaba "¡Dios mío"! me deslumbró una especie de oscuro resplandor , fundido con la parálisis de mi sangre. Cerré los ojos y en ese momento mi imaginación quedó paralizada en el vacío. Ni siquiera pensé en sobrevivir. No recordé para nada los graves problemas de esos días : el cambio de destino a Lérida que bifurcaba mi vida, la victoria de la PSOE, la Cataluña llorona con la Independencia - que ya se daba entonces- la caída del Muro.
Tampoco el dinero , y las pequeñas pasiones de los hombres se esfumaron.
Pero en el cristal del parabrisas o en el fondo calloso del cerebro entreví toda mi existencia concentrada en cuatro haces de luz. Mi vida había sido una apariencia y el mundo un sueño a reducido al vértigo de estas imágenes: mi padre haciendo flexiones en un cuarto iluminado por el sol através de las rendijas de una ventana, mientras yo estaba subido a su espalda . Uno en el Paseo Fernando el Católico, a la altura de la Plaza san Francisco, declarando su amor a una chica morena, alta, de ojos tristes y azules, que respondía al nombre de Matilde Muñoz. La torpe e ingénua primera relación sexual en una inmunda habitación de las Ramblas . La caricia fugaz de san Juan Pablo II en mi nuca susurrándome al oído "eres muy bueno, eres muy bueno".
El coche volaba contra el viento y yo de forma ciega en ese viaje de cinco segundos mortales aprendí cuanto sé de la realidad. Que la vida no es más que el reflejo de una bata blanca con rayas azules de cualquier instante de la infancia, la ingrávida sensación de haber sido joven una vez, el recuerdo de un temblor de la carne unido a un perfume barato , la presencia vaporosa y dulce del primer amor.
Y poco más.
Sólo después de haberme salvado comencé a pensar de nuevo en las idioteces de cada día. En la independencia de Cataluña y esas cosas.
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Hay dos conceptos de verdad. El de la adecuación de la cosa con el intelecto y el de la aletheia.
ResponderEliminarAletheia sería desvelar, quitar un velo para contemplar sin esfuerzo la verdad. Heidegger y Gadamer lo resucitaron (ahora estoy leyendo cosas de la hermenéutica) y de ahí la verdad en la poesía o en el arte. Comprender es la actividad propia del hombre, descubrir el mundo.
Esta mañana un filósofo me ha enviado una foto de Franco con la cara de Rajoy. También me podía haber enviado una foto de Franco con la cara de Puigdemont o a Pujol, pero ha elegido a Rajoy porque es un filósofo idealista: la realidad no existe y es el espíritu el que informa la materia y crea esa realidad.
Es interesante ver cómo piensa cada uno. Al final la realidad sí importa y recogeremos los frutos de lo que sembramos.
Algo así trataba de explicar con mi comentario de ayer (por cierto, siempre firmo pero hoy veo que se me olvidó, soy Morley). Por ejemplo, en la prensa extranjera están refiriéndose a la Guardia Civil como a una organización paramilitar que opera al margen de la legalidad. Eso es una flagrante mentira, no sabemos si difundida por ignorancia o por malicia, pero en cualquier caso no es una cuestión de ideología; o son paramilitares o no lo son, es cuestión de verdad o mentira. Y la verdad es directamente cognoscible y merece ser defendida.
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