lunes, 13 de junio de 2022

LAS GAFAS.

Hubo una época en mi vida que era un no parar. Me despertaba y corría, una hora, después comía cosas que echaba por el agujero de la cara.


- ¡Quieres masticar!- ordenaba mi madre.


- ¡No tengo tiempo, mami!- respondía.


- ¿Para qué tienes los dientes, hein,?: ¡mastica!


- ¡No sé  para qué tengo los dientes!, ¡esa es una buena pregunta!.


Y después  más correr, subir montañas, miles de campamentos haciendo el animal hasta altas horas de la noche. Bajar las escaleras a saltos de cuatro escalones al aire. Aventuras que hoy te parece milagroso que estés vivito y...bueno, lo de coleando lo dejamos.


Pasa el tiempo y no me reconozco: mastico y todo. Bajo las escaleras de modo cuidadosamente  lento. No soy el que fui.


Hace años si alguien me llega a decir que iba a usar gafas me hubiese burreado de él. ¿Yo gafas?: 


Las gafas eran para viejitos. Yo podía ver hasta los anillos de Saturno. Lector desaforado y destemplado, no importaba la luz, ni el tamaño de la letra.


Hoy uso gafas para leer. 


Un día me vi alejando el periódico de mi cabeza. Pero mis brazos no eran lo suficientemente largos como para llegar a la calle.


- Perdone- le pregunto al camarero- podría sostenerme aquí el periódico mientras voy hasta la entrada de la cafetería y leo.


- Por supuesto, señor, ¿y si se compra unas gafas para  leer?


- ¿Unas gafas?...¿unas gafas, yo?


- Bueno, usted mismo: donde ha ido no es la entrada de la cafetería, es la cocina.


Y me compré unas gafas.


Un día termino de leer, me las subo y las coloco  en la parte superior de la cabeza, en el cogote.


Al cabo de unos minutos decidí ir al Mercadona a comprar.  Cojo las llaves de casa, me pongo una camiseta...¿y las gafas?.


¿Dónde están mis gafas?


Miro en el despacho, debajo de la mesa, encima de la mesa, abro el armario de cosas que dejo para por si acaso. Miro en el lavabo, meto la mano dentro del WC, remeno...¡nada!: ¿dónde coño están las gafas?


Perplejo, deambulo por la casa con los brazos en jarras y cara de besugo. Parecía Juana de Arco buscando un mechero.


En fin, no tengo  a nadie a quien echarle la culpa, así que es un problema mío.


Y , en estas estaba, me rasco la cabeza como para buscar una ideíca y, ¡coño!: ¡las gafas!.


Así que no solo estoy perdiendo vista sino que, lo que es peor, memoria.


¡Dios, quién me ha visto y quién me ve!




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