Hace tiempo leí un cuento que lamento no recordar ni su título ni su autor.
Se trataba de una madre y un hijo. El hijo estaba loco. Se pasaba los días encerrado en una habitación con papel, escribiendo sin descanso. En realidad , sólo cree que está escribiendo , pues el papel está en blanco.
La madre, conmovida por la locura de su hijo, inventa , imagina y crea cuentos por él. Le cuenta sus recuerdos de niña, las historias de su juventud. El hijo piensa que es él quien los escribe. La madre recuerda cosas que había olvidado, y su amor le hace pensar que es su hijo quien se las hace decir.
De esta forma, las almas de los dos se funden en un sola.
Lo que se dicen dos almas heridas, tal es el argumento de este hermoso cuento. Pero ¿acaso el amor no es ese juego entre nosotros y nuestras sus sombras?
Poco sé del amor. Durante muchos años he vivido engañado respecto a su verdadera naturaleza. Sí, también vivía una locura. Pensaba en él como algo sensiblero, inmaduro, muy sentimental, muy de excitaciones provocadas de modo artificial a través del cine, las novelas, la música, repitiendo clichés, imitando.
Como aquel niño loco del cuento, uno se ha cruzado en su vida con personas que han sabido interpretar esa locura. Como esa madre, esas personas escribieron lo que no sabía cómo explicar, cómo nombrar, cómo escribir.
Pienso que en esas cosas del querer siempre hay una de las dos partes que da más, se entrega más, soporta más, espera más, perdona más, y olvida.
El ser humano nunca se conforma. Acaba de vivir un milagro y ya quiere ver el siguiente.
El ser humano nunca se conforma. Acaba de vivir un milagro y ya quiere ver el siguiente.
Sé a qué me refiero...¿ pero seré un bicho raro?...fue Frankenstein quien dijo "soy malo porque soy desdichado".
No hay comentarios:
Publicar un comentario