Cuando me dieron el encargo de acompañar a Jaume Rucabado el día que le diagnosticaron un cáncer terminal de hígado estaba muy lejos de pensar que esos meses iban a marcar toda mi vida. A él le sorprendió que fuese yo quien le acompañase, no sólo el día que le notificaron la fatal noticia, sino el resto de su convalecencia en el hospital.
Yo venía de Tarragona, era mediados febrero
- ¿ Tienes una depresión? - me pregunto.
- No. Estoy enfermo como tú. Me enamoré de una mujer , y me han encomendado que venga a tu lado y te acompañe.
Eso le desmontó. Y a partir de allí sucedieron muchas cosas, todas inolvidables. Ya lo conté en otro lugar.
Me dolió mucho no poder estar junto a él hasta el final. En julio me enviaron a Valladolid. El director de la residencia donde viví se llamaba Paco. No estuve mucho con él, pero guardo de él un recuerdo maravilloso. A veces no necesitamos que alguien nos arregle, a veces solo necesitamos que alguien nos quiera mientras nos arreglamos nosotros mismos. Eso es lo que hizo ese hombre.
Paco fue una de las personas más tolerantes y humanas que he conocido. Para él hacer algo por los demás era dejar que descubrieras qué querías.
Unos días antes de morir me llamó Jaume. Me dijo si hacía mucho frío en Valladolid. En Jaume nada era dicho porque sí, y sabía a qué frío se refería.
Una tarde me llamaron y me comunicaron que había fallecido. Me quedé en la habitación llorando a moco tendido. Al no ir a cenar, vino Paco.
- ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta?
No necesitaba en ese momento ni ir al oratorio, ni rezar, ni estar con gente. Necesitaba hablar.
Y salimos a bebernos la ciudad y , entre copa y copa de Jack Daniels, hice mi particular homenaje a Jaume. Conté toda mi vida junto a él, anécdotas, historias que él me contó durante su convalecencia...Paco no hizo más que acompañarme y escuchar. No sé a qué hora regresamos a casa, zigzagueando por el Paseo de Zorrilla...era madrugada.
Cuando vi "Gritos y susurros", una película de Berman sobre la muerte me acordé de ese centro de Valladolid. También allí me cruce con gente miserable .
En la película hay una escena donde la criada le quita a Karin cien refajos, corsés y enaguas, y le pone el camisón con que irá al dormitorio. El mundo de aquel centro lo habitaban seres complejos, difíciles , muy educados, eso sí, pero envuelto en capas de normas, de costumbres acortezadas Se revelaba lo imperioso e ingrato de la mentalidad del cumplimiento.
Paco era el claro contrapunto de esa caridad fría, distante. El hombre humilde que me dio afecto de verdad, y esos piadosos burgueses, llenos de fría rectitud, sin noción de caridad.
Todos los días, y todos son todos, recuerdo a Jaume. Viene conmigo. Y muchas veces recuerdo a Paco, a penas estuvimos un año juntos, como un hombre de luz, una persona buena, un corazón de muchos quilates.
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